Mommy

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Madre e hijo

El filme, hablado en idioma francés, abre y se despliega de dos maneras, la primera nos instala con una voz en off, en un Canadá ficticio y en un futuro cercano, en el cual por una ley, por ahora inexistente, los padres podrán poner bajo custodia del estado, esto es en algún nosocomio psiquiátrico, a su hijo con problemas de conducta, sin la mediación de nadie.

Aclarando, en la actualidad en la Argentina, este tipo de internaciones, que casi nunca son definitivas, pueden ser realizadas por psicólogos, psiquiatras, o por un juez.

Estamos en presencia de un conflicto vivencial entre una madre sola y un hijo adolescente en el que los desordenes mentales parecerían jugar un papel preponderante.

La madre, gran trabajo de la actriz Anne Dorval, (icono del director), exhibida desde el inicio padeciendo el síndrome de Tourette, en una escena que no retorna, de ahí que la importancia es sólo la presentación del personaje. Aclarando, El síndrome de Tourette es un trastorno considerado hereditario, de origen neuropsiquiátrico, mayormente con inicio en la infancia, determinado por múltiples movimientos motores involuntarios (tics) de los que el paciente sabe que tiene, pero no se da cuenta en el momento que se manifiestan. Hay otra variable de la enfermedad que se caracteriza porque produce exabruptos verbales, insultos, y desarrollo de violencia física inusitada e injustificada, esta es menos frecuente que la anterior.

Ambas variables pueden sumarse y completar un cuadro bastante más complejo para su tratamiento.

Los impulsos motores pueden tener modificaciones tanto de intensidad, como de frecuencia, pero nunca desparecen, disminuyen en muchos casos en la adolescencia y/o juventud.

En esa escena de apertura, ella conduce su vehiculo nerviosamente, en busca de su hijo que se vio envuelto en un problema escolar grave, choca, se lastima, baja, insulta, y sigue hablando por celular.

Cuando nos enfrentamos al hijo, muy bien personificado por el joven actor Antoine Olivier Pilon, parece ser un joven rebelde, casi normal. Se le informa a la madre (se nos manifiesta) que ha provocado un incidente del cual uno de sus compañeros termino hospitalizado con graves quemaduras.

Luego sabremos que lo que juzgaba indisciplina en realidad circula entre dos posibles patologías, el Trastorno Límite de Personalidad (TLP) y el Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (ADHD).

Sin que esto se haya desarrollado demasiado en el filme, en realidad, para muestra basta un botón, la finalidad última de las características patológicas no es ni por casualidad el motor que genere el desarrollo del filme, de ahí que si bien se comprende las razones no hay una definición concreta. Particularmente me inclino a pensarla mas cercana a TLP.

La segunda forma que se despliega es el formato, ya que es presentado visualmente de manera no convencional, los personajes primero y el conflicto después en pantalla casi cuadrada, cerrada por los laterales, pero en expansión vertical de pantalla normal. De tal manera que la primera impresión sea que algo pasa con la proyección, pero lo señalado al principio sobre el idioma, da cuenta a partir del subtitulado, que el director con toda intención planteo su filme con esa construcción de la imagen.

Acostumbrado el espectador al estilo de la imagen, puede empezar a leer en la elección, algo del orden de la “sin salida” de la historia, del conflicto y de la estigmatización de los personajes, no hay sensación de agobio, ni sofocación como si se podía sentir en filmes como, por ejemplo, en “Birdman”(2014) y “Whiplash” (2014), ambas todavía en la cartelera de Buenos Aires.

Al promediar la historia, el director dará cuenta de sus razones con dos escenas no consecutivas en que se despliega a su totalidad la pantalla, en una intenta denotar una libertad ausente en el joven, y la otra da cuenta de los deseos de la madre en relación a su hijo, su objeto de amor.

Los incidentes provocados en la institución obliga a madre e hijo a mudarse, y en la nueva casa, barrio, ciudad, conocerán a Kyla, la tercera pata del triangulo, tanto desde lo narrativo como desde las actuaciones, otra magnifica performance actoral de Suzanne Clement, dándole carnadura a una mujer tartamuda, en pleno proceso de duelo por la muerte de su hijo, quien se hará cargo de la educación del joven Steve, deslindándole las responsabilidades de la madre de hacerse cargo de la imposición de limites a su propio hijo.

Valga otra aclaración, se dice que los limites los imponen los padres, pero son exigidos por los hijos, para preservar la salud mental del individuo, si esto no se produce, puede derivar en infinidad de patologías, que sólo demuestran que el enfermo es la cara visible de una familia enferma.

Volvamos. La circulación sobre el drama no se deja de lado en ningún momento, que haya una constante sensación de tragedia tampoco, pero se torna sostenible por los instantes en que el director le imprime un tono de comedia, a veces forzado, siempre bien recibido.

Cuando el director juega desde su atrevimiento formal con la imagen, la puesta de luces y el trabajo de color naturalista, la música en particular, y el diseño de sonido en general, la película crece, se diferencia de otras producciones, de otras estéticas, se configura maravillosamente de manera muy particular, pero el guión, específicamente los diálogos, nunca terminan de instalar al filme en una reflexión profunda como para desplegar demasiados interrogantes.

Aunque parecería ser que con el sólo planteo de la idea, el buen montaje y el resto de los elementos antes mencionados, le alcanzara para mantener, primero atento y luego movilizar al espectador.