Moana: Un mar de aventuras

Crítica de Juan Ventura - Proyector Fantasma

Cautivante espectáculo visual y sonoro
La nueva película del gigante Disney presenta una entretenida aventura en la que una querible heroína hawaiana debe salvar a su isla de la destrucción. Para ello contará con la ayuda de Maui, un musculoso semidiós un tanto arrogante y bastante irreverente. Si bien sigue una fórmula narrativa altamente estereotipada, al mismo tiempo, Moana ofrece un festival de canciones, colores y efectos especiales memorables, regalando de esta forma un deleite visual que la hace verdaderamente irresistible.

Moana (Auli’i Cravalho) es la hija del jefe de una tribu Maorí que habita en la isla paradisíaca de Motu Nui. En tal carácter, está predestinada a suceder a su padre, conservando la paz, tranquilidad y felicidad de todos sus habitantes. Sin embargo, Moana tiene un espíritu inquieto, e internamente se rehúsa a asumir el lugar que todos esperan que ocupe.

Ya de chica soñaba surcar los océanos (algo terminantemente prohibido por su padre), y escuchaba fascinada las leyendas que le contaba su abuela sobre el semidiós Maui (Dwayne Johnson), quien miles de años atrás le había robado el corazón a la diosa Te Fiti para crear el mundo tal y como lo conocemos. El problema es que, al quedar despojado de su corazón, el mundo comenzó a morir irremediablemente.

Años después, esa destrucción finalmente llega a la isla de Moana, quien siendo elegida por el océano -y desafiando las reglas de su padre-, se lanza a las aguas en busca de Maui, para restituir el corazón de Te Fiti y así salvar al mundo. En el camino, la protagonista descubrirá la identidad ancestral de su pueblo y, en ese proceso, se reencontrará consigo misma.

En términos narrativos, la película no aporta nada demasiado diferente a lo que Disney viene mostrando en producciones recientes. En ese sentido, el film reproduce la fórmula clásica del “camino del héroe” y le agrega su flamante tendencia a incluir personajes femeninos fuertes e independientes, cuya valía no radica -como antes- en ser princesitas indefensas y bobaliconas, sino en afirmar su identidad luchando contra todos los prejuicios y conflictos que las rodean.

Si bien, por un lado, se agradece esta mayor apertura del estudio en cuanto a los roles de género que propone, por otro, resulta un poco previsible y premeditado, ya que estos mismos modelos pueden encontrarse en otras películas recientes, como Star Wars: Rogue One (2016), Maléfica (2014) y Frozen (2013). En otras palabras, la corrección política está bien, pero si no viene acompañada de un poco de audacia creativa, es difícil lograr algún grado de originalidad.

No obstante, la película funciona. El hecho de que sea una historia de fábrica no implica que ésta no sea efectiva, y el hecho de que sus personajes estén plagados de clichés no quita que éstos sean adorables, simpáticos y divertidos. Quizás, esa sea la verdadera magia de Disney (y también su paradoja): vease, su capacidad para emocionar a los espectadores con diferentes historias que, en el fondo, son la misma.

En el caso de Moana, esto además está potenciado por la maravillosa banda sonora escrita por el multipremiado compositor Lin Miranda (“Hamilton”, “In The Heights”), que aquí nos regala un puñado de canciones que no tienen nada que envidiarle a otras grandes piezas musicales de la franquicia. En este punto, vale la pena remarcar la calidad de la joven Auli’i Cravalho (a quien habrá que seguir de cerca en el futuro), y también de Dwayne “The Rock” Johnson, que por su performance vocal demuestra ser un actor más versátil de lo que parece a simple vista (dado el tipo de películas en las que usualmente actúa).

Sin dudas lo mejor de “Moana, un mar de aventuras” viene dado por su factura técnica. De principio a fin, el film dirigido por Ron Clements y John Musker (La Sirenita, Aladín) es un deleite para la vista del espectador, con composiciones visuales exquisitas y coreografías corales dignas de un musical de Broadway. Cada plano es una pequeña obra de arte, y esto, en parte, se debe a que los efectos especiales (¡por fin!) están al servicio de la película y no viceversa.

Sin embargo, la película por momentos se hace larga, y la falta de un villano sólido que antagonice con los objetivos de la protagonista (hacia el final, la trama se debilita un poco a raíz de esto). Aún así, “Moana, un mar de aventuras” es un film ineludible y cautivante: por el nivel de detalle y cuidado en todos sus aspectos técnicos y musicales, por la expresividad de sus personajes y, sobre todo, por la atracción visual que genera a cada instante.

En definitiva, se trata de una película que -al igual que Frozen- invita a tirar por la borda el mandato social impuesto socialmente, para empezar a escuchar esa pequeña voz interna que tanto nos conoce y que susurra al oído: “¡Arriesgate, seguí a tu corazón!”