Moana: Un mar de aventuras

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Una heroína adolescente vive en una isla de la Polinesia junto a su tribu y enfrenta varios desafíos en este relato de animación que une herencia generacional, toques mágicos y apariciones ancestrales.

La isla Motunui, ubicada al sur del Pacífico, es el nuevo escenario elegido para este relato de animación que une herencia generacional, toques mágicos, presencias ancestrales y fantasmagóricas y, la materialización del océano como un amigo siempre presente.

En Moana: Un mar de aventuras, la nueva heroína adolescente de Disney se lanza a un viaje lleno de peligros para encontrar al fornido semidios Maui, y juntos, tendrán que devolver una piedra mágica, perteneciente a la diosa que antes daba vida a todas las islas, y que ahora sufre una maldición que despertó la furia volcánica del demonio Te Ka.

Junto a un pollo desorientado, cocos convertidos en feroces piratas, arrecifes de coral, aguas turbulentas y un tono musical que atraviesa toda la película, Moana se convertirá en la nueva líder una comunidad comandada por hombres, pero antes deberá desobedecer algunas reglas de su tribu.

No es casual el tono similar que presenta con La sirenita, ya que se trata de los mismos directores, John Musker y Ron Clements, que impulsan a la protagonista a sortear varios desafíos y a cruzar los límites de lo aceptado o prohibido. En ese sentido, la trama adquiere un interés extra: el miedo a lo desconocido y a quebrar el orden establecido.

Ya desde el comienzo con una encantadora Moana niña frente a los misterios del mar, la presencia de una abuela que representa la sabiduría eterna o un padre que advierte sobre los peligros que se avecinan, el relato entrega una historia disfrutable también para el público adulto, entre canciones y escenarios de ensueño.

Entre el prodigio técnico de la animación -con la sorprendente cabellera de Moana- y los tatuajes que cobran vida en el pecho de Maui, el film brilla por su colorido y encanto.

Antes de la proyección se exhibe el corto Cabeza o corazón que muestra de manera ingeniosa el funcionamiento del cuerpo a partir de la vida de un triste oficinista que ve pasar sus días de manera rutinaria. El film, creado por un pequeño equipo de Walt Disney Animation Studios, combina la animación por computadora con la técnica del dibujo a mano.