Moana: Un mar de aventuras

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Espectaculares paisajes digitales y un cameo de Godzilla. Eso es todo lo que me queda de Moana. Salida como un churro de la factoría de éxitos Disney, es obvio que el filme va camino a ser un taquillazo... pero, en cuanto a calidad de historia, la cosa deja que desear. El filme tiene dos problemas: canciones rebuscadas y poco pegadizas, y Dwayne Johnson. Aún con todo lo que uno adora a La Roca, Johnson desentona y desbalancea el filme, convirtiéndolo en una catarata de clichés y canchereadas que patea en las gónadas las intenciones serias de la pelicula.
Honestamente no creo que el problema sea Johnson. El ex wrestler ha demostrado tener carisma y talento de sobra para ponerle el pecho a cualquier cosa, con lo cual deduzco que el problema es cómo redactaron su papel. Habiendo visto hace poco Lego Batman: la Película, uno ya tiene en claro cómo hacer se debe hacer un personaje canchero sabroso, deleitándose con su hiper egolatría. Pero el Maui de Johnson es denso, pertenece a otra película (quizás Madagascar) y choca con la honestidad y el idealismo de Moana. El primer tercio es algo lento pero tiene su magia, y está el asombro de descubrir la cultura del Pacífico y sus leyendas. El problema es que todas esas buenas intenciones se estrellan contra una Roca (literalmente), un personaje anodino y mal escrito que se toma para la joda toda la causa épica de la protagonista. Lo que sigue es rebuscado - una banda de cocos piratas dotada de navíos gigantes que parecen pertenecer a una versión fumada de Mad Max: Furia en el Camino; una tortuga gigante parlanchina y bizca que vive en el mundo de los monstruos (ahí va el cameo de la gran G!); y el enfrentamiento final con el demonio de lava, que es tan espectacular como inutil cuando se revelan las cartas -, y está plagado de canciones que se hacen eternas. Contrataron al tipo de la obra musical Hamilton para esto, la que será un éxito en Broadway pero, lo que generó aquí y se ve en pantalla es desesperante. Solo hay una o dos que zafan - como la canción sobre el pueblo navegante, siempre migrando de isla en isla -, pero ninguna sabe lo que es un estribillo o algo armónico. ¿Dónde están Randy Newman o Alan Menken cuando más se los necesita?.

Que estéticamente Moana es una obra maestra - paisajes deslumbrantes, un mar tan cristalino que resulta imposible pensar que es digital, animación asombrosa - no implica que sea un gran filme, siquiera uno bueno. Es como catalogar la calidad de una película de acuerdo a la belleza de sus efectos especiales. Aquí hay una buena historia arruinada por un papel mediocre y canciones pesadas que intenta compensar con el efectismo sus carencias. Seguro, la taquilla y los criticos clamarán a gritos que es memorable... lo cual podría haber sido si hubieran tratado con mas respeto a la leyenda original. Convertir a un semi dios polinesio en una versión tatuada de Johnny Bravo me parece un despropósito, más cuando la historia no lo precisaba y tenía comic reliefs de sobra - el pollo idiota, el cerdito mascota - para captar la atención del público infantil.