Mil veces buenas noches

Crítica de Lautaro Olivera - Proyector Fantasma

Relato de una reconstrucción

Mil veces buenas noches nos cuenta la historia de Rebbecca, (Juliette Binoche) prestigiosa fotógrafa especializada en conflictos bélicos tercermundistas que luego de un accidente, se ve obligada a regresar a casa para enfrentarse al más estresante de los conflictos: el concerniente a sí misma, en relación a su familia.

La historia en sí, trata sobre un proceso de reinserción familiar y la búsqueda del equilibrio por parte de una mujer que apasionada por su carrera, ha tendido a descuidar a su familia, siempre dejándola en un segundo plano. Presente en los conflictos pero sin ser partícipe de los mismos, cumpliendo su rol de periodista, retratando la crudeza de las situaciones, el primer giro narrativo se da cuando no resiste la tensión y decide avisarle a un grupo de gente inocente, sobre el estallido de una bomba a plena luz del día. Eso la hará regresar a su casa y en medio del trauma, vérselas con el desafío de intentar encajar en una familia compuesta por: un marido exhausto de sus desapariciones por meses debido a sus viajes y al hecho de preocuparse por ella y su probable no retorno y un par de hijas que acostumbradas a la situación, tienden a extrañarla (en todos los sentidos que adquiere el término, más allá del popular adscrito a lo puramente afectivo).

Dañada por la situación de no-lugar al que se encuentra panópticamente sujetada, tratará de hacer equilibrio intentando renovar buenas migas con su esposo Marcos (Nikolaj Coster-Waldau) -biólogo marino que por definición parecería sentirse incómodo con el espíritu aventurero de su pareja- y conseguir una conexión fuerte con su hija adolescente, Steph (Lauryn Canny) mientras termina de decidir, como va a continuar conciliando a su carrera con su familia.

Se destaca la actuación de Juliette Binoche, ya que en algún punto la película parece estar hecha a su medida. Casi siempre tomándola de referencia y con su punto de vista como central, ya que abundan los primeros planos que la tocan de cerca, mostrando sus expresiones de mujer emocionalmente afectada. También un detalle muy positivo a tener en cuenta, son las transiciones de escenas que transmutando entre diversas situaciones, resultan muy originales e interesantes. Todo esto apoyado en una fotografía que (no podía ser de otra manera) es impecable. El punto flojo tal vez resulte que en todo ese intento de mostrar la desidia de la situación, el espíritu dramático del filme por momentos parece estirarse por demás, dejando la sensación de que la historia podría haberse recortado un poco, prescindiendo de algunos de sus 117 minutos, dándole más contundencia a la historia en sí.

En fín, Mil Veces Buenas Noches termina siendo una historia sobre las pasiones y como lograr en el medio social, la coexistencia pacífica entre la carrera y la familia: el intento por lograr el equilibrio y la inserción mutua, entre tan diversos puntales de la vida.