Mi primera boda

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

Blanca, radiante y... desternillante

Leonora (Natalia Oreiro) es católica y medianamente creyente; él (Daniel Hendler) es judío y agnóstico, pero ambos, contra viento y marea, han decidido casarse y -por decisión de ella- festejarlo con una gran fiesta con todos los rituales programados.

Nada falta en este subgénero de comedia de bodas: vestido impecable, novia bellísima, torta de muchos pisos y un marco de ensueño lejos del mundanal ruido para la celebración... hasta que una acción ínfima pero de consecuencias imprevisibles hará que lo planificado para ser perfecto se vaya desmoronando con un efecto de bola de nieve arrasante pero sin tragedias y con mucha risa.

Se trata de una historia sencilla pero bien contada, con personajes encantadoramente delineados, a los que se les concede su minuto de gloria, en roles pequeños pero que les permiten brillar con luz propia, desde la organizadora de eventos, el disc-jockey, los amigos impresentables, las amigas insufribles, los parientes y sobre todo las parejas de distintas generaciones que componen Gabriela Acher y Gino Renni (los padres del novio) o Pepe Soriano y Chela Cardalda (los abuelos del novio).

Párrafo aparte merecen la dupla del cura y el rabino (Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich) que marcan un contrapunto de chistes entre filosóficos y teológicos; o las intervenciones de Imanol Arias, en la piel de un intelectual cínico y provocador inoportunamente invitado a la fiesta, en boca de quien se coloca un repertorio de chistes contra el matrimonio, precisamente en un ámbito que lo consagra.

A la interesante dirección de Winograd, quien ya demostrara sus capacidades para la comedia en “Cara de queso”, se suma el mérito de un guión sólido, que sabe cómo rematar cada escena, qué intervención realizar para romper el hielo y en qué momento meter un gag.

Desde lo técnico el trabajo es impecable. La dirección de fotografía y la banda sonora suman para elevar el resultado. La acción se cuenta desde un presente que se rebobina y se desplaza, donde lo medular se desarrolla durante todo un día dentro y fuera (en los jardines) de una mansión enmarcada en paisaje bucólico.

Si bien el film está narrado desde el punto de vista de los novios (con relatos confesionales dirigidos a la cámara, es decir al público), la película es un friso coral donde se ve que todos disfrutan de componerlo.

Glamorosamente corrosiva

“Mi primera boda” es un film sarcástico, original y esencialmente divertido que no huye de su condición de ser una comedia romántica, pero que se ríe de ella en las numerosas situaciones que nos presenta. Los preparativos de la boda y los acontecimientos que los alterarán se dan en el contexto de un delirante, heterogéneo y entrañable grupo de personajes que inundan la pantalla de simpatía y situaciones irracionales y por lo tanto cómicas.

Tiernamente provocativa, el humor progresivamente se vuelve más ácido, como en las charlas del rabino y el cura, los delirios del abuelo, los conflictos de las parejas de distintas edades que funcionan como un espejo que adelanta en una visión corrosiva y al mismo tiempo humorística: todas las mujeres son obsesivas y controladoras como Leonora, la suegra o la abuela. El afiche de la película lo refleja: allí la novia toma de la corbata al esposo como a un perro faldero. En ese universo de dominación femenina, ellos se defienden como pueden, aunque finalmente se rinden. Por lo demás y como corresponde, el desarrollo de la trama transcurre por carriles convencionales.

A dos aguas

La comedia navega entre la alegre frivolidad sentimental de los filmes de Anne Fletcher (27 vestidos) y el humor corrosivo de Woody Allen o los hermanos Coen. Entre recursos narrativos nuevos para la comedia vernácula como las confesiones a cámara, al estilo de “Anithing else” o los agudos chistes teológicos de “Un hombre serio”. También es evidente la intención de reciclar la infinidad de enredos y derivaciones propios de la comedia blanca clásica.

Hay humor de distintos matices y chistes donde se menciona a Lacan, a Freud, a Proust y García Marquez o al mismísimo Heideguer (para eso ayuda el personaje del intelectual español interpretado por Imanol Arias).

Sin dejar de tener marcas autorales, claramente “Mi primera boda” no es un cine pensado para festivales sino para la industria y el beneplácito del público, que convoca un elenco notable, un equipo técnico brillante y se hace de la mejor forma posible para que la gente lo pase bien.