Mi mejor amigo

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La ópera prima de Martín Deus, "Mi mejor amigo", es un exponente superador del cine de temática LGBTIQ, gracias a la universalidad y cercanía de su tratamiento. Una de las formas más cabales de observar cómo avanzó la sociedad respecto a la perspectiva de género, tiene que ver con observar la gran cantidad de películas con temáticas LGBTIQ y el abordaje de las mismas.
En las últimas dos décadas, y más aún en los años inmediatamente recientes, hablar de cine queer ya no es tabú, los personajes dejaron de ser estereotipados/estigmatizados, y ya no hace falta presentarlo abiertamente como foco de escándalo y polémica. A la par, se dio de la mano de un traspaso de la presentación como algo meramente sexual.
Argentina también es beneficiaria de ese avance, y desde la mítica "Adiós Roberto" (1985) con una mirada hoy bastante anticuada, sino cuestionada, hasta el estreno de Mi mejor amigo, hay que decirlo, ha corrido mucha agua bajo el puente.
La ópera prima de Martín Deus, luego de una serie de cortometrajes en los que también avanzó sobre el tema, aporta una mirada diferente a mucho de lo habitual en el cine queer, trae frescura y una mirada pretendidamente ambigua que decide no colocar la cuestión como epicentro de todo el desarrollo, si bien es fundamental.
Desde la promoción ya nos lo adelanta ¿Es una relación gay, o una relación de amistad? Hay dos trailers, dos afiches, cada uno apuntando hacia una observación diferente. La respuesta que nos da "Mi mejor amigo" es simple, no importa, es la historia de una relación, punto. Lorenzo (Ángelo Mutti Spinetta) es un adolescente que vive con su familia en Tierra del Fuego.
Su personalidad es algo retraída y se refugia en los libros para disimular la dificultad de relacionarse con pares de su misma edad. No necesariamente es un nerd, no necesariamente tenemos que etiquetar, simplemente lleva un escudo como muchos jóvenes en esa difícil edad.
Su padre, Andrés (Guillermo Pfening) anuncia que vendrá a vivir con ellos Caíto (Lautaro Roríguez), hijo de un amigo de la juventud de Andrés, al que hace mucho no ven. Su madre, Camila (Moro Anghileri) resiste, pero termina aceptando al nuevo integrante. Caíto (mismo nombre que el hermano de Pfening en la vida real, y protagonista de la película homónima) podría ser un opuesto a Lorenzo, es extrovertido, le rehúye al estudio, y maneja una serie de códigos a los que Lorenzo no penetra.
Pero algo los une, la necesidad de apoyarse uno en el otro. Mi mejor amigo es la historia de amistad, más allá de la posibilidad de ver en esta algo más.
Lorenzo atraviesa una serie de sensaciones que aún no se anima a compartir; o quizás sean otra cosa. Una cosa es cierta, necesita de alguien de su misma generación que lo trate como alguien cercano, que lo lleve a vivir las experiencias propias de un salto de edad. Caíto no parece tener la misma indefinición de Lorenzo, pero también utiliza su coraza.
Detrás de esa personalidad ruda, provocadora, y hasta perjudicial para sí mismo; se esconde una figura frágil que sufre por su historia personal. La amistad de Lorenzo le permitirá ver que hay otros caminos. Martín Deus plantea ante todo un coming of age. La edad de los protagonistas no es aleatoria.
Sus personajes se encuentran en el limbo de tomar actitudes maduras, o seguir actuando con irresponsabilidad. Dentro de ese marco de película generacional, Deus desliza la posibilidad de abordar algo que vaya más allá de la amistad, pero lejos está de hacer polémica al respecto. Plagada de sutilezas y situaciones en las que no será difícil identificarse, Mi mejor amigo no necesita de enrostrar sentencias, deja que el espectador entienda, que empatice con los personajes, y viaje junto a ellos.
Escenas en las que los diálogos sobran, pequeños momentos, flashes, actitudes que quizás pasen desapercibidas para quien no atravesó por las dudas de Lorenzo o las dificultades de Caíto, pero que para quienes lo sintieron, o posean el grado de sensibilidad necesaria, calarán hondo. Una mirada, un retozo, un celofán, una canción, un dibujo, una palabra de más o de menos, todo puede tener un significado más allá de lo superficial.
A contramano de la solemnidad y melancolía que muchas veces se le reprocha al cine de temática LGBTIQ, "Mi mejor amigo" no es una comedia de carcajadas o satírica, pero sí es un film luminoso, brioso, con mucha dinámica, y una mirada actual sobre los adolescentes. Se trata de un film de adolescentes, (no solo) para adolescentes. Si bien sus personajes representan un esquema dentro de la historia, no se presentan como un cliché.
No son el nerd y el chico marginal e ignorante que delinque; son más, son personajes vivos, reales.
Ángelo Muttti Spineta demuestra la misma dificultad expresiva que ya demostró en "Primavera" y "Un viaje a La Luna". Pero Deus lo repara logrando buena química entre él con Lautaro Rodríguez (que salvo por una escena de llanto, cumple con lo requerido), y con sus padres, además de contar con la natural química con su hermano real Benicio como su hermano en la ficción.
Guillermo Pfening muestra la habitual ductilidad y carisma para un personaje con más de una capa. Pero quien se lleva las palmas, nuevamente, es ese ser arrollador llamado Mariana “Moro” Anghileri.
En la piel de una madre y esposa sobrepasada, que va más allá de ser castradora y expone sus propios dramas, su personaje evoluciona con cada escena, hasta un diálogo cumbre que hará temblar la pantalla. Anghileri se supera con cada rol y sigue demostrando estar a la altura de cualquier desafío mayor. "Mi mejor amigo" también es un film sobre ellos dos, una pareja que debió refugiarse, comenzar de nuevo, y que se deben una charla entre sí.
Humana, ligera y a la vez profunda, realista, y enternecedora, este film es un gran primer paso en la carrera de Martín Deus, un director que adoptó una temática pero no se refugió en ella; fue más allá hablando de personas que no solo tienen una o dos caras, tienen vidas.