Método Livingston

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

La arquitectura de familia

El arquitecto argentino Rodolfo Livingston siempre abogó por una escucha atenta de los deseos del cliente a partir de un diálogo sobre las formas de habitar y vivir. Con sus ideas sobre la arquitectura de familia y un sistema de diseño participativo no sólo ha ganado premios sino que ha marcado a varias generaciones que aplicaron y discutieron sus nociones desde distintos ángulos. Sofía Mora construye en Método Livingston (2019) un documental entretenido y educativo sobre un personaje tan extrovertido y carismático como interesante, y muy didáctico sobre su concepción de la arquitectura y las formas de construir y habitar el espacio.

A partir de material de archivo de noticieros, programas de televisión variopintos y una extensa entrevista a Livingston a sus 85 años, Mora reconstruye la vida del arquitecto, su niñez, su viaje a Cuba, sus inicios en la profesión, su método puesto en práctica, sus libros, sus amistades, su relación con la academia, sus obras más emblemáticas en la Argentina, su vínculo con su familia y hasta una relación amorosa de su juventud a través de un reencuentro en México. Ya sea en su breve y conflictivo paso por la administración pública en los inicios del Centro Cultural Recoleta a comienzos de la década del noventa con su férrea y justificada oposición a la sesión de una gran parte del lugar para desarrollar un shopping, hasta sus ideas sobre el rol de las enredaderas y los parques, Livingston ha defendido el espacio público a la vez que se ha enfrentado a las ideas neoliberales, esas que promueven el negocio inmobiliario por sobre el interés público de tener más verde, sombra y silencio.

En el documental Mora hace manifestar a Livingston su opinión sobre el rol de las casas y los barrios como historias familiares que tienen vida propia: en este sentido, la tarea técnica del arquitecto es preservarla y darle nuevos bríos para crear nuevas historias a partir de las prácticas de las nuevas generaciones. Livingston rescata así la arquitectura como un espacio de encuentro entre personas, donde estas desarrollan sus ceremonias cotidianas. El documental también cuenta con un encuentro muy divertido entre Livingston y Alfredo Moffatt, un amigo de toda la vida, también arquitecto, discípulo de Enrique Pichón Rivière y psicólogo social que exploró terapias populares y el psicodrama como tratamiento.

Livingston y Moffatt, así como otros personajes amigos del arquitecto, todos referentes rebeldes bien alejados de las ideas canónicas de sus disciplinas, logran deponer el clima de homenaje de este tipo de documentales para darle una impronta más pícara y jovial, propia de la personalidad del díscolo arquitecto, que se roba la cámara con sus exultaciones de alegría y sus ocurrencias. Sofía Mora consigue retratar a un personaje tan querible como inolvidable, que seguramente será reivindicado como un arquitecto innovador que antepuso la felicidad del habitar al negocio de la edificación.