Marilyn

Crítica de Walter Pulero - Cinergia

Y me solté el cabello, me vestí de reina

Marilyn es la ópera prima de Martín Rodríguez Redondo, quien se basa en una historia real para construir este relato. La historia a simple vista puede resultar sencilla: Marcos es un adolescente que vive con su familia en un pueblo de pocos habitantes. Un lugar conservador, opresivo, al igual que el mundo que lo rodea. Su familia, un patrón dominante, todos sin salirse del molde y ajustados al sistema establecido. Marcos se encuentra en plena búsqueda de su identidad sexual, un proceso interno que por momentos logra esbozar hacia el exterior, pero de forma sigilosa. Nadie puede saber lo que realmente le sucede a él. Es por eso que son los pequeños detalles los que nos llevan a develar a nuestro protagonista. Y es allí donde la sencillez aparente se transforma en un recorrido más complejo, cuando la búsqueda de identidad fluye por debajo de lo que se ve.

Contrariamente a lo que uno supone, no es su padre quien pareciera estar a la retaguardia de los actos y actitudes de Marcos. Es la relación con su madre la que desde el principio se observa como más distante y conservadora. Es el universo de lo llamado “femenino” (la estética de la mujer, la ropa, la costura) lo que podría unir a este adolescente con su progenitora, pero por lo contrario es lo que más los aleja y actúa como sanción cuando se pasa el límite de lo establecido.

La relación con su hermano tampoco es llevadera (incluso en algunas escenas vemos una complicidad con la madre de ambos que bordea el incesto), por lo que Marcos solamente puede confiar en su amiga, una joven de su misma edad con la que vagan en una moto, pero a la que por momentos también intenta alejar de sus preocupaciones en cuanto a su elección de género. Él parece estar totalmente solo en su mundo.

Lejos de ser una típica película de “salida del closet”, Marilyn apuesta a un mensaje mucho más directo y efectivo. Vamos a encontrarnos con una secuencia de Marcos, envuelto en ropa de mujer en medio del carnaval, viviendo su vida como si nadie mirara. Donde no necesita la aprobación del entorno y solo la suya. Constantemente la sexualidad parece ser la preocupación extrema, y Marcos en la piel de quien elige ser intenta modificar hasta eliminar completamente. La sociedad donde Marilyn se siente opresiva funciona como su mismo hogar: una metáfora de la asfixia, una bomba a punto de estallar, donde la única salida parece ser escapar.

Las actuaciones, especialmente la de Walter Rodríguez como Marcos/Marilyn y la de Catalina Saavedra como Olga, su madre, son indescriptibles. Cada uno maneja sus palabras, sus silencios, sus movimientos sin desentonar. A Saavedra ya la conocemos gratamente de muchos trabajos anteriores, por lo cual no nos sorprende, pero el debut de Rodríguez es asombroso: mantiene un registro especial de sus emociones que nos permite introducirnos en su propio cuerpo.

Austero, emocionante, crudo, explícito. Todo eso es el mundo de Marilyn al que su director nos permite observar, con planos cuidados y cámara testigo. Y un final contundente que irremediablemente nos plantea muchas preguntas.