María Callas: En sus propias palabras

Crítica de Marina Locatelli - A Sala Llena

Simplemente María

Al comienzo de la película, la famosa soprano explica: “Hay dos personas dentro de mí. Quisiera ser María pero debo estar a la altura de la Callas.” De esta manera se inicia el recorrido propuesto por el novel director Tom Volf por el perfil de una de las artistas más notables (y, tal vez, más controvertidas) del siglo XX. Que el documental empiece de esta manera no es azaroso en modo alguno; es la declaración de principios que regirá todo el montaje de la extensa cantidad de material de archivo de la que dispone el realizador. No por nada el título original es Maria by Callas y no Callas by Maria. Lo que aquí se trata es de encontrar a la persona detrás del mito, a la mujer detrás de la diva, al ser humano detrás de la celebridad. A partir de lo público se intenta construir una biografía íntima. Es por ello, además, que después de estas palabras inaugurales de la cantante se muestre un retazo de su escritura, de su caligrafía y, luego, su firma. (¿Hay algo más personal, más característico de uno, que la propia letra?).

Entre los varios aciertos del film, es imposible no destacar en primer lugar la profusión y diversidad del material recabado: entrevistas radiales y televisivas (americanas y francesas); fotografías tanto publicitarias como personales; filmaciones caseras que muestran a Callas en su intimidad; cartas a amigos y a Aristóteles Onassis (que toman cuerpo y resonancia emotiva en la voz de Fanny Ardant); grabaciones de ensayos y de funciones de ópera que abarcan toda su carrera profesional; imágenes del backstage de Medea, la película de Pier Paolo Pasolini protagonizada por “la tigresa”, tal fuera el mote con el que era apodada.

Todo esto fue dispuesto en una narración cronológica que solo permite que la historia de la Callas sea contada por Callas misma. Así, se van intercalando el material de archivo y las palabras que surgen de las cartas de la diva interpretadas por Ardant. No necesita, entonces, de una voz en off que contextualice los hechos, ni de leyendas escritas que brinden información. Tampoco hay entrevistas o testimonios de amigos o enemigos, salvo un pequeño momento en el que Elvira de Hidalgo, mentora y maestra musical de la soprano, recuerda con cariño y admiración a su alumna. Resulta lógico que esta sea la única interrupción en la predominante palabra de protagonista puesto que Callas deja claro que la consideraba su única y verdadera familia.

Si se tiene presente cuántas imágenes hay de la cantante con sus perros, la mujer detrás del mito, parece decir la película, era alguien de una profunda soledad. A contrapelo de la perspectiva actual, ella creía (para horror de los feminismos) que “lo más importante para una mujer es tener un hombre para ella y hacerlo feliz”, algo que añoró siempre y nunca pudo conseguir. Como el dramatismo desplegado en las óperas que le eligió interpretar, la vida de María Callas, aun si breve (murió a los 53 años), estuvo plagada de increíbles logros pero también de muchos infortunios. Del padre de la diva casi no hay mención; de la hermana, apenas si se muestra una fotografía. La mala relación que sostenía con una madre ‒en sus palabras‒ ambiciosa, exigente y desamorada marcó desde muy temprana edad su personalidad. La separación de su marido fue menos dolorosa que pública y escandalosa. Debió renunciar a su ciudadanía americana para poder anular su matrimonio según las leyes griegas y, de esta manera, aspirar a casarse con Onassis. Sin embargo, sin previo aviso y de un día para otro, el magnate se casó con la viuda de John Fitzgerald Kennedy.

El documental, aunque complaciente con la figura de la diva, dice tanto por lo que habla como por lo que calla. Nada hay de su abrupta pérdida de peso al inicio de su carrera, de sus famosas diatribas o de su supuesto intento de suicido. Algo se expone de su tendencia a la depresión, pero todas estas son cuestiones que, más que explicitarlas, el relato deja que el espectador conjeture. En cambio, la generosidad de la película reside en la música. Siempre la música. Como son tanto sus obras como sus palabras aquello que define a una persona, la belleza interpretativa de la Callas se muestra en todo su esplendor. Las más bellas arias de su repertorio ‒las de Tosca, de Carmen, de Madama Butterfly, entre tantas otras‒ están ahí para demostrar la importancia de la mujer, de esta mujer, en el canto lírico, en la música, y, por extensión, en el arte todo.