Malón

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

De una Argentina fragmentada

La historia de un observador de esta época, que vive en el conurbano es la que relata el director Fabián Fattore (Buenos Aires, 1960) en este filme prácticamente sin palabras, con sonido ambiental de fondo y en el que sus personajes no saben muy bien lo que hacen dentro de esa historia.

Cine experimental, con elementos de documental, en "Malón", Fattore sigue con su cámara a un hombre de unos cuarenta años, que trabaja en un bar, vive en una pensión, en la que comparte mates con una madre soltera con una hija, de la que se presume está enamorado, pero no se anima a decirle prácticamente nada, a pesar de que ella se interesa por él.

Sosa (Darío Levín), al que en el bar lo apodan Firpito, porque entrena en un gimnasio de Constitución, es testigo de las charlas que su patrón, el dueño del bar tiene con los que allí van a dejar pasar sus horas, mientras hablan de lo bueno o lo malo fue el peronismo de la primera época.

VIDA DE BAR

Mientras barre el piso del bar, Sosa observa diariamente un cuadro, que representa un malón y esa imagen le despierta cierta intriga hasta que un día visita el Museo Nacional de Bellas Artes, para ver el cuadro original, precisamente se llama "Malón" y es de Angel Della Valle (1892).

Sosa es un ser anodino, que observa lo que sucede a su alrededor sin intentar integrarse a nada. Tampoco se sabe lo que le sucede a él íntimamente, y su conducta no tiene ningún atisbo de personalización a lo largo de la película.

A este personaje, Fattore (que en 2003 filmó el documental "Línea Sur"), lo registra a través de planos bastante acotados y construye una película de una pronunciada monotonía, en la que parece no querer decir nada. O, en todo caso, la reflexión -o la profundización- sobre lo que se muestra, deberá correr por cuenta del espectador.