Malón

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Gris retrato de un solitario que sueña con un pasado de violencia

Solitario e introvertido, Juan trabaja en el bar de un barrio porteño. Su vida es rutinaria y sus días transcurren entre servir mesas y lavar copas. Casi como únicas distracciones se entrena como boxeador amateur, ejecuta su acordeón a piano y cruza alguna palabra con una joven vecina. Durante su cotidiana labor escucha las conversaciones (y a veces discusiones) de los clientes que hablan de un futuro que está muy lejos de la realidad. Sin embargo, una vieja y gastada postal pegada en una pared de la cocina llama su atención, pues en ella un malón se dispone a un feroz ataque. Al parecer ve en ella relatos que lo transportan a otros tiempos, a esos tiempos en los que la valentía y el salvajismo se daban la mano y transponían ideales y muertes heroicas.

El director Fattore intentó concebir el retrato de una soledad aderezada con un sueño. Su propósito, sin embargo, cae en una permanente monotonía. Todo en el film es tratado sobre la base de tiempos muertos, de breves diálogos y de reiteradas situaciones. La idea del realizador, si bien interesante como propuesta para radiografiar a su protagonista, nunca logra su propósito de interesar como espejo de alguien que hace de su introspección la base para pintar un arquetipo al que la soledad es su única compañía.

No es fácil, en realidad, descubrir el motivo del comportamiento de Juan frente a esa postal guerrera, ya que el propósito se pierde en las idas, las vueltas, los viajes y los silencios de alguien que, como muchos, vive y transita por la gran ciudad. Por momentos el relato parece tomar algún vuelo cuando se detiene en la tímida relación entre el protagonista y su vecina, una relación que quizás podría convertirse en amor. Darío Levin, Lorena Vega y el resto del elenco procuran que la trama conserve algo de verosimilitud, pero el guión no acierta en su propósito de interesar.