Madame

Crítica de Fernando Sandro - Alta Peli

Cenicienta en París

¿Pueden los cuentos de hadas no contar con elementos fantásticos? Madame es una comedia discreta, elegante, pasatista. A la primera lectura recuerda a La Cenicienta, aunque en ella no haya ni carruajes de calabaza, ni ratones valet, ni zapatos de cristal.

Es un cuento de hadas. Más allá de que en los hechos no haya elementos fantásticos fácticos, todo lo que sucede en ella se presenta con el grado de credulidad propio de la fantasía.

La humilde, la desclasada que se codea con la realeza, con la clase alta, desde la telenovela culebrón, hasta las películas más variadas es un asunto recurrente si los hay.

¿Qué es entonces lo que llama la atención? Está en el afiche, tres figuras, tres nombres. Sí, Madame no entra tanto por su historia como por su elenco. Rossy de Palma, Toni Collette, y Harvey Keitel. Una ensalada variada dispuesta a enaltecer una película con atractivos más bien medidos.

Lo dicho, Madame es La Cenicienta. Hay un matrimonio de americanos, Anne (Collette) y Bob (Keytel), que se mudaron a una nueva mansión parisina. El matrimonio es desparejo, y la que pone orden en esa casa es María (de Palma), una inmigrante española, madre soltera, que hace las veces de “criada”. La  “criada” de mayor confianza de Anne, y eso ya es mucho decir.

Anne no es una mujer fácil, vendría a ser la madrastra. Es una mujer insatisfecha cuyo gran propósito es pertenecer y guardar las apariencias. Como su marido se dedica a la compra-venta de artículos de arte, organiza una cena a la que estará invitado, además de su hijo gay, un muy posible comprador de una valiosa pintura.

¿Cuál es el problema? En la mesa son trece. Sí, leyeron bien, el problema es ese, la yeta. ¿Cuál es la solución? Agregar un nuevo comensal ¿Hace falta que siga contando como continúa esta historia?

Demasiado lujo

Anne hace pasar a María como una acaudalada amiga. El posible comprador David (Michael Smiley, bueno tampoco podían poner todas figuras) se enamora de María –¿O de la apariencia de María?– y esta se enamora de él. Hay que continuar la farsa. Pero todo empieza a irse de las manos, sobre todo de las manos de Anne.

La realizadora Amanda Sthers pone el foco en estas dos mujeres y las contrapone. Una es fría, superficial, disconforme, y pérfida si se lo propone. La otra es humilde, desprejuiciada, simpática, y conformista. Es extraño cómo Sthers entiende que conformarse con lo que hay es algo positivo. No importa, sigamos.

Así, transcurre Madame, una película con una mirada femenina, aunque para nada feminista. ¿En serio conformarse y ser servicial está bueno? En fin.

Hay también otra mujer que aparece de vez en cuando en las reuniones de Anne, y está la profesora de lenguas de Bob. No se entiende muy bien qué hacen en la película, pero están y más tiempo que los personajes masculinos.

Ah, en el medio está Harvey Keitel haciendo del marido de Anne, y… bueno, está. No hace mucho, pero es Harvey Keitel con cara y actitud de ¿dónde está mi cheque? (no lo culpo, si yo tuviese que decir las cosas que dice Bob, también actuaría igual).

En definitiva, el asunto pasa por esas dos mujeres en un entorno de lujo falso. Sthers asoma hacer una crítica hacia la clase alta, pero es más hacia la  forma villanicia de ser que a la condición de clase.

María nunca se queja de  tener que ser la inmigrante que le hace los quehaceres a gente acomodada. Sus problemas pasan por si David la quiere o no, porque le miente a este, y porque Anne es mala pour la galarié (porque si fuese simpática, bienvenido sea limpiar sus trastos).

Filmada sin pretensiones, con un permanente tono medio y un ritmo que no molesta pero jamás estalla, todo en Madame es digerible y olvidable.

Rossy de Palma es simpática de por sí, se la extraña en sus roles fuertes, histriónicos. Acá pasea los planos a lo Jennifer Lopez en Made in Manhattan. No está mal, pero es que es demasiado actriz.

Lo mismo con Collette, una actriz con su ductilidad, reducida a poner cara de oler caca, y actuar como una snob de manual, plagada de clichés y lugares comunes de toda fruncida. Que la interprete ella suma, pero Bridgette Wilson hizo algo parecido en Experta en bodas (tengo que dejar de ver películas con Jennifer López), y no es por comparar actrices… pero bueno.

Conclusión

Pasatista, carismática, demasiado liviana y olvidable, Madame de Amanda Sthers, desaprovecha todos los elementos que tenía para brillar y entrega algo similar a un telefilm agradable. Es como ir a comer a esos restaurantes finos de platos enormes y porciones chicas. No desagrada, pero me quedo con un hambre…