Lucy en el infierno

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

A mi me gusta el cine indie, y soy partidario de que hay que permitir a los emergentes locales, mostrar sus trabajos sin detenernos demasiado en las condiciones en que han producido técnicamente su material. Creo que un cineasta es alguien que se construye a través de la experiencia y apuesto siempre a valorar su propuesta, entendiendo sus posibilidades más que sus carencias.
No siempre se tiene todos los recursos económicos y profesionales para hacer cine. Es así.
Y desde mi perspectiva, todo aquel que intenta con armas nobles, debe verse. Y en sala.
Yo me considero predispuesto siempre a que un director me sorprenda, conmueva, aleccione o debata conmigo desde su obra.
Dicho esto, vamos a la peli.
He visto muchas películas de Ernesto Aguilar y siempre espero que el potencial que creo que tiene su espíritu combativo, mute en una obra memorable que pueda concitar la atención de un púbico masivo. No ha sucedido aún en su extensa carrera y "Lucy en el infierno" (su último opus) tiene quizás un agravante: es una película con dos actores de oficio (Romina Richi y Emiliano Díaz), visibles en el medio y una gran oportunidad para atraer audiencia.
Pero no logra traccionar y repite algunos elementos que caracterizan aspectos que no son fortalezas en el cine de Aguilar. En mi opinión, los guiones con los que se trabaja. Y luego, también como habilidades a desarrollar, la fotografía y el montaje.
En "Lucy en el infierno", hay un conflicto de género. Tenemos a Horacio (Díaz), empresario al que le va bien y que tiene gustos particulares. Disfruta de mujeres pagas, pero con el agregado de que además, las prefiere embarazadas. Es un misógino al que rápidamente empezás a odiar ya a los primeros minutos del metraje.
Cierto día, decide buscar nuevas experiencias y es citado por una mujer, dentro de sus preferencias, en un lugar alejado de la ciudad.
La encinta es Olga (Richi), quien hace un simple juego de seducción con él, para luego secuestrarlo y someterlo a un curioso experimento, que busca cambiar la condición de Horacio, haciendo a la vez justicia por los maltratos a los que él sometía a las mujeres a su alrededor...
Desde allí hasta el final, habrá un proyecto extraño, una relación cambiante en ámbos protagonistas, y muchas líneas que intentan explicar y fundamentar eventos y acciones, de manera aleccionadora e innecesaria.
Las actuaciones de la pareja protagónica no transmiten fuerza, por la naturaleza del guión, donde ser repiten frases que reactualizan algo que todos vemos que sucede (la sumisión y el cambio hormonal de Horacio, en pago por la vida que llevó).
Desde lo estructural, Aguilar repite los conceptos que sostienen su visión de cine, esta concepción de conflicto de ruptura permanente, marginal y alternativo, que no cobra vuelo en ningún momento. Tal vez por la poco feliz decisión de encarar un tema tan complejo (el cambio de sexo) bajo estas condiciones de realización.
Aguilar es una bandera, un emergente, una acción. No transita por los carriles del cine al que estamos acostumbrados a ver. Eso produce que no nos sea fácil aceptar su perspectiva.
Está lejos de lo que nos da placer ver.
Y su manera de narrar, los aspectos de producción y la ingenuidad en la construcción de los diálogos de sus personajes, terminan por generar un producto poco recomendable, lejos de los estándares de la nueva industria local, que incluso viene ganando terreno en estos años.
"Lucy en el infierno" es otro episodio brutal de una larga cadena de películas que no se disfrutan y que no recomendaríamos ver, si es que no estás buscando particularmente experiencias fuera del mainstream.
Veremos si en algún momento , Aguilar redirecciona su horizonte cinéfilo y concretiza lo que hasta ahora no podido: generar un universo atrayente donde instalar una historia de manera potente y efectiva, con un desarrollo atrapante y mínima solidez técnica. Este, no ha sido el caso.