Los sentidos

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

La primera película de Marcelo Burd como realizador en solitario, Los sentidos, es un documental que retrata la vida en un perdido pueblo de Salta: Olacapato.
En Olacapato no pasan muchas cosas, al menos a simple vista. Lo que hace Burd con su cámara es observar y retratar esa supuesta “nada” que sucede en ese lugar perdido. A la larga, es una película construida por medio de pequeños momentos.

Clases escolares con el maestro enseñando a hacer un cohete con una botella, compras en el almacén, discusiones sobre la empresa que hace poco llegó y parece querer adueñarse del pueblo, la bibliotecaria presentándoles a Julio Verne, niños jugando sobre las vías del ferrocarril que hace años que no pasa.

La cotidianidad en su máximo esplendor. Con Los sentidos estamos ante un documental de observación, con carácter intimista, en el que Burd nos permite acercarnos a determinados personajes, como el maestro de la escuela o la dueña del almacén, y es a través de ellos que va mostrando cómo es la vida en ese lugar.

Si bien en apariencia no suceden muchas cosas, lo llamativo es también que es una comunidad rural que tiene mayores comodidades que otras tantas. Una escuela donde se preocupan de que los niños estén alimentados, de que asistan a clases y hasta de que vean al médico si tienen algún problema. Y si bien el film sigue también por momentos a algunas de las familias, es en lo educativo donde se encuentra el foco principal. Porque el sistema educativo del que somos testigos viendo la película rompe los estereotipos que se tienen sobre las escuelas rurales.

Las familias, a grandes rasgos, parecen estar bien. Sobreviven, pueden comer, sin esperar mucho más. La promesa de una empresa que llegue y les brinde trabajo tampoco es imprescindible. Acá la gente está simplemente cómoda.

Los problemas, o las dudas, aparecen cuando se piensa en el futuro, en lo que vendrá. Quedarse ahí o irse, ésa es la cuestión. “No pasa mucho acá”, es una de las reflexiones finales que brinda un joven muchacho, uno de los pocos habitantes de Olacapato, pensando sobre su futuro. Ni siquiera el ferrocarril pasa. Y lo que sí se sucede es una pequeña gran película.