Los Pitufos en la aldea perdida

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Los Pitufos en la Aldea Perdida: sorpresa en la aldea pitufa

Tras el éxito comercial conseguido por las películas de 2011 y 2013, llega esta tercera entrega ahora 100% animada. Ya sin personajes de carne y hueso que interactúen con los simpáticos gnomos azulados (el Gargamel de Hank Azaria, por ejemplo, fue reemplazado por un hechicero del mismo nombre, pero íntegramente concebido en computadora), Los Pitufos en la aldea perdida resulta algo más eficaz que sus predecesoras, pero sigue a años luz de los mejores exponentes de la animación infantil (familiar). Es una franquicia que, más allá de los sucesivos cambios de estética y dirección -en este caso, el responsable fue Kelly Asbury, realizador de Shrek 2-, sigue resultando algo rancia y perimida.

Destinada al público más pequeño, la película tiene como protagonista a Pitufina, única chica de la aldea hasta que ella y sus compañeros descubran una comunidad íntegramente femenina que los ayudará a derrotar al brujo y a sus dos mascotas. Los duendes son las de siempre (Papá Pitufo, Gruñón, Vanidoso, Fortachón, Tontín, Filósofo), las aventuras tienen algunas escenas en 3D con hallazgos visuales, pero la certeza de estar siendo conducidos con piloto automático hacia un destino prefijado generan no sólo una sensación de déjà vu, sino también una experiencia escasa en sorpresas.