Los olvidados

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Después de sus homenajes al giallo, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, con un guión co escrito junto a Carlos Goitia, regresan ahora apostando a otro subgénero del terror: el slasher, bien puro al mejor estilo "La masacre de Texas".
La hermosa y exótica Epecuén (un pueblo que desapareció tras una inundación en 1985 y que al bajar el agua se convirtió en una especie de cementerio de viviendas) se convierte en escenario y un personaje más de la película que gira en torno a un grupo de jóvenes que viajan hasta esas ruinas todos juntos en una combi con el propósito de rodar un documental (como guiño, el director viste una remera de "Francesca", la película anterior de los Onetti).
La idea en un principio es contar la historia de una joven que de niña logró sobrevivir a la tragedia que hizo desaparecer a una ciudad, pero no tardan en quedarse varados y, luego, ser atacados por extraña gente del lugar. Los olvidados, los abandonados, los que se quedaron.
El film tiene de hecho pequeños momentos de documental que funcionan más que nada para ponernos en contexto sobre Epecuén, lo que sucedió y cómo llegó a ese estado, para quien no está al tanto.
Probablemente este punto esté pensado más en función del público internacional, acá es un curioso destino turístico que suele funcionar para viajes cortos y cercanos.
Como todo slasher de manual, hay cosas que vimos en muchas películas ya, varios clichés del subgénero y personajes excéntricos como villanos, con mucha personalidad pero nunca tan carismáticos como, por poner uno de mis ejemplos favoritos más actual, "Los renegados del Diablo" de Rob Zombie, otro homenajeador del cine de terror setentoso.
Y aun así la novedad radica en que ese tipo de cine no es algo que se suela ver (y menos con esta calidad) dentro del cine argentino. A nivel actoral cada uno de los intérpretes logra aprovechar sus personajes, siendo imposible no destacar, justamente, el de los villanos, Mirta Busnelli, Chucho Fernández y Germán Baudino. Y después, ella, Victoria Maurette, uno de los rostros imprescindibles del cine de género nacional hoy en día.
Hay un muy notable trabajo de fotografía, con unas tomas aéreas que retratan Epecuén como si fuese un lugar de película, y buen uso de la banda sonora para terminar de darle vida a estos climas.
Mientras el film se toma un buen tiempo para ir presentando a cada uno de sus protagonistas y crear un necesario aire de misterio alrededor del lugar, luego llega el momento en que se tira toda la carne al asador y ahí sí, el gore está servido.
Aun con sus lugares comunes y clichés (clichés que muchas veces uno espera o necesita en ciertos subgéneros), el guión funciona por lo efectivo, en su simpleza, lo redondo, donde todo termina cerrando. Sin embargo el plus principal se lo brinda Epecuén y sus escenarios reales, con el emblemático matadero de Salamone incluido.
Recomendada para quienes disfrutan de los slashers y el cine de terror perturbador, no apto para impresionables.