Los Increíbles II

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

Lejos de ser una secuela innecesaria, Los Increíbles 2 demuestra que estos 14 años de espera valieron la pena. Para los más grandes ir a ver esta peli es una cita obligada.

Esta vez, la que deberá salir de la rutina domestica es Helen/Elastigirl (Holly Hunter) cuando un empresario de las comunicaciones llamado Winston Deavor (Bob Odenkirk) emprenderá una campaña para restablecer a los superhéroes como tales y que dejen de ser fugitivos de la ley. Este decide contratar a Helen para ser la cara visible de este movimiento, dejando a Bob/Mr. Increíble (Craig T. Nelson) a cargo del cuidado de Violeta (Sarah Vowell), Dash (Huck Milner) y Jack Jack (Eli Fucile y Maeve Andrews). Por suerte para él, estará su mejor amigo y colega Lucius/Frozono (Samuel L. Jackson) ayudándolo con la crianza de los peques. En el medio de esta campaña, un nuevo villano llamado “Rapta pantallas” aparecerá en la ciudad para hacerle la vida un poco mas complicada a Helen, Winston y el resto de los súper.

Primero que nada, es bueno destacar que la película está a la altura de lo que fue la primera. Había mucho nerviosismo en cuanto a la calidad de esta secuela. Sobre todo con el antecedente reciente de Monsters University (2013) y Buscando a Dory (2016). Películas que tocan la fibra intima de muchos y apelan a nuestra nostalgia, sin lugar a dudas, pero que no son comparables con sus primeras partes. En caso contrario, Los Increíbles 2 es igual de buena como la original, incluso, en varios aspectos puede ser considerada como mejor que la primera.

El ritmo en esta oportunidad es de un nivel muy alto. En las dos horas de metraje, en ningún momento se torna aburrida y esto es gracias a la gran distribución del tiempo de cada personaje. Hay un equilibrio estupendo entre la acción con toque de cine de espías que tanto recuerda a James Bond, el drama personal y familiar de los protagonistas y los gags más ingeniosos, que contribuyen a distender el ambiente después de la intensidad emocional de secuencias más complejas.

Obviamente a nivel visual Pixar puede considerarse como el mejor estudio de animación del mundo. Una razón, es que en la ultima década las mejoras tecnológicas son evidentes, por lo cual ahora hay una cantidad de detalles que en el 2004 no había. Piel de gallina, ojeras bien marcadas y cansancio en los párpados, pueden ser algunos ejemplos bien claros. El brillo en los colores es un cambio a primera vista también. Si bien no es Coco (2016), la paleta de colores y la fotografía son puntos a resaltar con creces y en más de una oportunidad, los escenarios perfectamente dibujados, parecen sacados de la vida real.

Otro punto que es mejor que en la peli anterior, es el del villano. En la original, Syndrome era el típico antagonista con la simpleza de ver al mundo arder, de venganza y destrucción desmedida. Algo bastante utilizado y repetitivo. En este caso, el propósito del villano de turno va más allá de este caos porque si, con un mensaje claro y desde su punto de vista entendible. El fin que se busca es mucho más profundo y si se quiere, oscuro y realista, de la mano con el tono de la peli que es, por momentos, más oscura que su antecesora.

A la hora del guion, si bien la estructura es la clásica para las secuelas, peca de obviedad en algunos momentos. Lo mejorcito que tiene, es el desarrollo de dos personajes que en la primera no tuvieron tanto protagonismo como Jack Jack y Frozono. En sus escasas apariciones en el filme anterior, eran auspiciosos sin ninguna duda. Ahora con más desarrollo y participación, ambos le dan esa dosis de humor que se necesitan y nunca quedan descolocados. Ambos, son de lo mejor de la película.

Un punto en contra quizás, es que la mayor parte de los diálogos, los mas peques que asistan a ver esta peli, no la van a poder entender. Más allá de las dosis de humor físico que les sacarán varias carcajadas, a la hora de la comprensión de lo que sucede en sí, no lo van a captar de la mejor manera. Sin dudas que si bien es animada, esta película está más destinada a los niños que una vez fueron tales y no los que lo son ahora.