Los Increíbles II

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La equidad en el hogar

Los Increíbles 2 (Incredibles 2, 2018) es sin duda una de esas películas que exudan buenas intenciones pero no llegan a acumular suficientes méritos o elementos novedosos para empardar el nivel de calidad del entrañable y astuto film de 2004, una pequeña maravilla que formó parte del período de gloria creativa de Pixar, aquel que asimismo incluyó a Monsters, Inc. (2001), Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003), Ratatouille (2007), WALL-E (2008) y Up (2009). En esencia aquí seguimos con el mismo problema que padece la compañía de animación desde que Disney terminó de fagocitarla al 100% a fines de la década pasada, léase una corrección general que apuesta demasiado a seguro tracción a productos redundantes y diagramados dentro de la lógica de las franquicias, un panorama que sólo nos ha regalado tres excepciones geniales durante los últimos años, Intensamente (Inside Out, 2015), Buscando a Dory (Finding Dory, 2016) y Coco (2017), trabajos que en parte recuperaron la magia de los inicios y aquel sustrato sensible, realista y muy hilarante.

Si bien desde el primer minuto la propuesta se nos presenta como una continuación directa del opus previo y ese derrotero en el anonimato de la familia de superhéroes del título, ya que la historia de turno comienza con la aparición del villano símil topo Underminer del desenlace de la primera, lo cierto es que estamos ante una remake camuflada e invertida que no aporta nada remotamente novedoso que se unifique con el desarrollo anterior. Ahora es Helen Parr/ Elastigirl, la madre del clan protagónico, la que debe hacerse cargo del sustento familiar (antes era el padre, Bob Parr/ Mr. Incredible, el que trabajaba vendiendo seguros mientras la mujer era una ama de casa relativamente tradicional) y en vez de un único antagonista ahora tenemos varios posibles villanos para elegir con vistas a crear un “suspenso” que no es tal por tanta obviedad formal (incluso uno de los sospechosos de ocultar una agenda personal resulta ser fan de los superhéroes, como lo era el maléfico Syndrome en la original, lo que refuerza este esquema plagado de diferentes paralelismos).

Hoy unos magnates de las telecomunicaciones, los hermanos Winston y Evelyn Deavor, se ofrecen a cobijar a la familia cuando el gobierno le suelta la mano negando la financiación para el programa de reubicación de superhéroes dentro del mismo contexto de prescripción general del pasado. Utilizando como excusa que Helen cuenta con una mejor imagen pública que su esposo porque de hecho posee una tasa de destrucción mucho más baja en eso de “salvar al mundo”, los millonarios la eligen a ella para que vuelva a las andadas como parte de una estratagema de marketing orientada a recuperar la confianza de los ciudadanos en los muchachos y muchachas de calzas ajustadas y eventualmente conseguir que se levante la prohibición que pesa sobre ellos. Así a Bob no le queda otra opción que hacerse cargo de sus hijos, la adolescente Violet, el jovencito Dash y el bebé Jack-Jack, todo mientras aparece un nuevo y “misterioso” villano adepto a la hipnosis vía pantallas, Screenslaver, quien -no hace falta ser un cráneo para darse cuenta- responde a un tercero.

El director y guionista Brad Bird, máximo responsable también de la primera parte, sigue lejos del nivel de la susodicha y de trabajos previos como El Gigante de Hierro (The Iron Giant, 1999) y Ratatouille, aunque al mismo tiempo supera -por ejemplo- lo realizado en ocasión de la fallida Tomorrowland (2015). Se podría decir que la película cae en el mismo terreno poco inspirado de Cars 2 (2011), Valiente (Brave, 2012), Monsters University (2013) y Cars 3 (2017), sin siquiera alcanzar esa región intermedia que caracterizó a Un Gran Dinosaurio (The Good Dinosaur, 2015), ubicada entre lo apenas potable y la excelencia. El convite no es malo para nada y en términos visuales vuelve a ser exquisito pero languidece del vigor y la novedad de antaño, porque así como el original funcionaba como una parodia brillante de la paranoia de la Guerra Fría, las series televisivas sesentosas y los cómics más elementales, esta nueva encarnación de la familia Parr se vuelca más a una pluralidad de ideas que no termina de desarrollar del todo y que quedan algo endebles.

En el combo narrativo en cuestión nos topamos con una burla al machismo light de Bob, un elogio al flamante feminismo de Helen, un retrato de la convulsión familiar y hasta un interesante intento de homologación de los superhéroes a lo que sería un aparato represivo que puede ser manipulado a conveniencia por los actores sociales en el poder (viejo planteo retórico del mejor cine de fantasía y ciencia ficción que hoy además está acompañado de un cuestionamiento -por boca del villano real- en torno a la triste pasividad del pueblo ante el Estado, los mass media o los mismos superhéroes, todos depositarios de esperanzas que reproducen ad infinitum la inacción popular de siempre). Como era de esperar, aquí tenemos un mayor número de secuencias de acción y gran parte de los chistes pasan por el periplo de Bob como “amo de casa” y los múltiples poderes de Jack-Jack en contraposición al monopoder habitual del rubro, detalle que por cierto también ya estaba presente en el opus de 2004. Los Increíbles 2 es digna y no mucho más: mientras que la original abogaba por la unión familiar y la actitud de no renunciar a la idiosincrasia particular de cada uno, ahora el relato pasa a reclamar por la equidad tanto dentro como fuera del hogar familiar…