Los Increíbles II

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Tras algunas joyas en el universo de la animación como El gigante de hierro (1999) y Ratatouille (2007) y de un par de incursiones en la ficción como, por ejemplo, Misión: Imposible - Protocolo Fantasma (2011), Brad Bird decidió retomar su exitoso film original de 2004 para una secuela que también ha escrito y dirigido: Los Increíbles 2 . Más allá de las inevitables comparaciones que cada espectador hará, lo cierto es que esta segunda entrega sobre la querible y sufrida familia de superhéroes mantiene muchos de los hallazgos (sobre todo en el terreno de la comedia física) conseguidos 14 años atrás. También se aprecia ahora una animación aún más prodigiosa y un personaje, como el bebé Jack-Jack, que se convierte en la gran revelación humorística del film con un protagonismo mucho mayor. Los Increíbles 2 comienza justo donde había terminado la primera. Las cosas para la familia Parr no resultan como esperaban, el programa oficial es cancelado, los superhéroes pasan a la clandestinidad y ellos se van a vivir a un motel en medio de la nada. Sin embargo, aparecerá Winston Deavor (Bob Odenkirk en la versión original), un multimillonario del negocio de las telecomunicaciones que, con el aporte de su hermana Evelyn (Catherine Keener), intentará reivindicar a ellos y a otros superhéroes con una campaña de marketing que realce sus aportes a la seguridad de la sociedad.

La elegida como protagonista para esta operación será Helen (Elasticgirl) y no Bob. El gigantesco padre habituado a los gestos machistas, en cambio, deberá quedarse en el hogar cuidando a Jack-Jack (que desarrolla nuevos poderes), a Dash (y sus problemas con las matemáticas) y a la adolescente Violet (que atraviesa sus primeras experiencias románticas).

La película, que combina comedia familiar con sofisticadas escenas de acción que nada tienen que envidiarles a las de la saga de James Bond o de la apuntada Misión: Imposible, fluye con ligereza y encanto durante unos 118 minutos que jamás abruman, aunque es cierto que esa duración -más el bello (y bastante audaz) cortometraje previo, Bao, tragicomedia sin diálogos protagonizada por personajes de la comunidad china- puede resultar un poco extensa para los niños más pequeños. Para los adultos, en cambio, será motivo de regocijo encontrar las inteligentes referencias, las sutilezas y los matices que suelen regalar los creadores de Pixar, así como -si es que el espectador elige una función con subtítulos- las voces no sólo de Odenkirk y Keener, sino también de Craig T. Nelson, Holly Hunter y Samuel L. Jackson como Frozono.