Los decentes

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

El segundo largometraje de Lukas Valenta Rinner, escrito junto a Ana Godoy, Martin Shanly y Ariel Gurevich, es una peculiar historia de diferencias de clases. Belén es una joven que tras un año sin trabajar entra como empleada doméstica a la casa de una señora y su hijo tenista, en un country cerrado. Tímida, callada, con una personalidad entre retraída y algo perturbada, escucha y se deja llevar por unos ruidos cercanos.
Así descubre un grupo de personas nudistas que realizan actividades corporales, un mundo que en principio la asusta pero luego le da la curiosidad suficiente como para introducirse ella misma allí.
En la película de Valenta Rinner, vemos y seguimos todo a través de Belén, persona que de manera silenciosa observa y escucha, pero se toma su tiempo para finalmente actuar. Situaciones en la casa donde le toca trabajar cama adentro, y luego más allá de la cerca. En el medio, entabla o comienza a entablar una relación amorosa con uno de los muchachos de seguridad del country.
Sin embargo, la relación importante que va a ir descubriendo Belén, es la que tiene con su propio cuerpo.
Cuerpos que son filmados con mucha naturalidad y sin tapujos. Y después, claro, la crítica social. La diferencia de clases, los muros que separan, se cierran, se aíslan entre sí y a veces de la realidad, la incomunicación entre zonas.
Y un clímax que funciona con toda la potencia que le falta al resto del largometraje pero que fue construyendo con cuidado.
"Los decentes" es una curiosa y excéntrica película que de todos modos no consigue mantener un ritmo ágil durante el film. Con altibajos, algunos estereotipos, buenas actuaciones (su protagonista Iride Mockert brinda una muy rica interpretación sutil y contenida) y una bella fotografía, se termina sintiendo algo débil.