Lobos

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La nueva película de Rodolfo Durán, "Lobos", es un desafío aprobado para el director que sabe trasladar su estilo costumbrista al cine de género con fórmulas establecidas. Más allá de cualquier apreciación personal. El cine de género se define por seguir una fórmula universal, por acotarse a las reglas establecidas que el género escogido (valga la redundancia) mantiene para ser “catalogado”.
En contraposición se hablaría de cine de autor, personal, y también de costumbrismo. Con cinco largometrajes de ficción previos, se puede hablar de un estilo en el cine de Rodolfo Durán.
Sabe moverse dentro de un cine atemporal, comedias y dramas, o comedias dramáticas, y retratar un costumbrismo barrial que es cada vez menos común dentro del cine nacional.
Sus detractores hablan de un cine quedado en el tiempo; quienes lo defendemos, hablamos de un impronta propia, nuestra, cercana. Para su sexta ficción, Durán toma un riesgo, se aleja de sus temáticas habituales, la mencionada comedia dramática; para plantear un policial, un thriller con mucho de género. Lo hace con la inteligencia suficiente como para también respetar los códigos de su cine.
De esa mezcla entre el género y la marca propia, surge "Lobos". Dicen que cada familia es un mundo. El de la familia que integra "Lobos", es un mundo podrido, y aun así, identificable. Podríamos hablar de "Los Soprano", de "At close range", por supuesto de esa pequeña gema tapada "Pride and Glory"; pero también del cine – y principalmente los policiales – de Santiago Carlos Oves y hasta los clásicos de Juan Carlos Desanzo.
Lobos absorbe de buen cine policial, y Durán lo lleva a su terreno. El patriarca es Nieto (Daniel Fanego), que lidera una banda delictiva en la que participa su yerno Boris (Alberto Ajaka).
Nieto tiene dos hijos, Natalia (Anahí Gadda), casada con Boris, peluquera que busca independizarse laboralmente con un local propio; y Marcelo (Luciano Cáceres), que en el pasado colaboró en las actividades de su padre, pero actualmente trabaja como seguridad privada y se ubica en la vereda de enfrente.
Lobos pone el foco principal en esa relación padre e hijo enfrentados moralmente; algo similar a lo que mostraba "At close range" entre Christopher Walken y Sean Penn. Marcelo hace todo lo posible por alejarse de su pasado y de los suyos, pero la sangre tira. Natalia parece más permeable al trabajo de papá y marido. Si bien no participa activamente en los delitos, es consciente, y aprovecha los beneficios.
Su relación con Boris también denota vestigios de violencia de género doméstica que, como se sabe, no necesariamente tiene que ser violencia física. Los vínculos son fundamentales en Lobos, y ahí es donde más allá del policial, sabemos que estamos en presencia de un film de Rodolfo Durán. Nieto ya es un hombre mayor, y desea retirarse del negocio, quiere asegurarse tranquilidad y futuro para él y su familia; pero nada será tan fácil.
El comisario Molina (César Bordón) que es el que le encarga los trabajos a Nieto – ambos lados de la ley – no va a aceptar esta posible filtración, lo quiere adentro, y para eso le encarga un último trabajo a Nieto a cambio de “su libertad”. Por supuesto, será un trabajo más complicado de que lo que esperan.
En esa familia con incendios puertas abiertas a punto de implosionar; en esos personajes que quieren reformarse pero el entorno se los impide (tanto padre como hijo); en las redes vinculares propias de una familia tradicional; "Lobos" se acerca a Pride and glory, cambiando la mafia irlandesa por los códigos de los barrios bajos de la Ciudad de Buenos Aires. Los personajes hablan como nosotros, reconocemos situaciones, y toman decisiones que, fuera de nuestra coyuntura, sería aún más difícil de comprender.
Hay algunas fallas propias de un film que abarca demasiado, algunos detalles “técnicos” en el accionar de los personajes, y algún cliché generalizado. Nada que afecte al tronco de la propuesta, su corazón.
El fuerte de Durán siempre fue el retrato de personajes; y en eso no falla. Nieto ya está retirado aún en actividad. Habrá sido un hombre respetado de las bandas barriales; pero hoy en día es un ser sombrío, cansado, adusto, rutinario; quizás hasta arrepentido de la vida que llevó, aunque no le quede otro camino. Marcelo se muestra como una autoridad que no es. Es el típico seguridad privada que actúa como si fuese policía.
Mantiene una imagen de moral, huye de su pasado, y hasta busca redención mediante una mujer en la que posó sus ojos. La relación entre ambos será tirante, imposible, y aún así son padre e hijo, y el amor familiar existe, y es fuerte. No le pidan el vértigo, ni la explosión de un film de acción. No es ese tipo de película, su camino es otro, el del drama policial humano.
Entendiendo eso, el clima que genera es correcto, y su ritmo es sostenido como para nunca perder interés sobre lo que sucede, y los dilemas y planteos morales que presenta. El elenco suma. Daniel Fanego y Luciano Cáceres son un gran acierto protagónico.
Ambos están más que correctos, y plantean su propio duelo actoral. Ajaka, y Bordón, hacen también sus aportes desde los secundarios. "Lobos" es la muestra de un director con mirada propia, preocupado por lo que sucede a su alrededor, y atento a contar una buena historia de base universal y traducción puramente nuestra. Sin lugar a dudas, es un paso adelante.