Lobos

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - A Sala Llena

¿Hasta dónde la herencia familiar es una asignatura pendiente con los antepasados que nunca se termina de aprobar? Lobos narra la historia de una familia que intenta pagar una deuda para desligarse de los negocios turbios donde estaban inmiscuidos. Que el final sea tan tajante da cuenta de que no hay medias tintas con la familia aun en estas relaciones tan difusas.

En la película de Durán parecen estar desarrollándose al mismo tiempo dos registros que no terminan de cuajar. Por un lado, está la historia familiar de retirarse a pescar y evocar el pasado, allí una cinematografía embellecida nos hace pensar en la familia que no fue o dejó de ser. Por otro, está la historia de los negocios turbios entre el padre, el hijo y el yerno que cae en los lugares comunes sin descubrir nada nuevo en esta oportunidad.

El primer tono de Lobos se apodera de la segunda parte de la historia, pero ya el director nos venía dando pistas de lo que estaba por ocurrir. Marcelo y su cuñado se esconden en la casa de campo de la familia. Los recuerdos y la tranquilidad se apoderan de la trama para darle lugar a lo que dejó de existir: un refugio filial.

Es ahí donde el film funciona mejor. La ambigüedad de carácter en Luciano Cáceres le brinda la posibilidad de ser un policía arrepentido con los vínculos de su padre y su cuñado, vengando además las injusticias cometidas en contra de su familia. En su mirada hay una energía taimada que jalona hacia ambos lados: la bondad posible y la crueldad sin aspavientos. Toda su rutina corporal incluso es la de un hombre que pretende recuperar cierta cordura aunque sus ojos sugieran la mirada del ausente. Su calma al caminar y la distancia al hablar dejan una inquietud constante cuando aparece en escena.

Si al final la película flaquea, es porque no le brinda más tiempo a este personaje. Los giros previsibles en la trama de la familia caída en un círculo vicioso no permiten que la historia fluya. Los personajes principales confían en los más sospechosos. Hay destellos de cierta química entre Daniel Fanego y Anahí Gadda, pero todo resulta sacado de tramas que ya hemos visto antes donde había mayor atención a los detalles y menos giros truculentos.