Lo que fuimos

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

"Toda la vida me dijiste que no hay flores ni bombones", le grita Bridget a su padre mientras él se empeña en llevarla al aeropuerto, de regreso a California y a su agonizante matrimonio. Pero para Bridget la vida de sus padres sí estuvo llena de flores y bombones, de un amor idealizado, de una pasión indestructible. Porque ahora que Ruth pierde su memoria día tras día, y regresa al tiempo perdido de su infancia, Burt se aferra a esa devoción con la firmeza que sostiene a los creyentes.

Lo que fuimos -escrita y dirigida por Elizabeth Chomko- tiene el mérito de convertir la crisis de una familia, por la llegada de la vejez y las enfermedades, por los desencuentros que traen el tiempo y los egoísmos, en una lúcida reflexión sobre las relaciones humanas, sobre sus curvas y sus relieves, sobre sus goces y sus pérdidas. La enfermedad de Ruth une a sus hijos pese a la distancia, y ese encuentro que recrea las peleas de la adolescencia y los celos de la vida adulta adquiere la seriedad que solo el humor puede brindarle.

Chomko confirma en cada decisión de puesta en escena que la vida de sus personajes está tanto en el llanto como en las risas, y su escritura es tan precisa que asombra, tan auténtica que emociona. Lo que fuimos consigue nutrir a su historia de la imperceptible melancolía del presente, esa sensación tan difícil de expresar que despierta el tiempo que estamos viviendo.