Llamas de nitrato

Crítica de David Obarrio - Cinemarama

La actriz que quería vivir

Llamas de nitrato reconstruye con conocimiento y dedicación la trayectoria de la actriz francesa Maria Falconetti, ese espíritu elusivo que protagonizó una sola película en su vida (nada menos que La pasión de Juana de Arco de Dreyer), cayó en la pobreza, sobrevivió solo con su prestigio, intentó reconstruirse, se inventó una nueva existencia y terminó sus días en la ciudad de Buenos Aires, un poco olvidada y perdida para todo el mundo. Siendo una estrella del teatro ligero, que hacía relucir las marquesinas y las noches mundanas de París y de varias capitales europeas (para todo el universo era “la Falconetti”, el nombre suprimido como máximo estadio en la gloria del espectáculo) se juega todo y va a parar al set de Dreyer, el genio temible a cargo de una versión única sobre Juana de Arco. Maria está dispuesta a probarse como actriz seria (su paso por la Comédie-Francaise se había dado entre titubeos y maledicencias); Dreyer le ha dispensado toda la confianza del mundo, pero no le hace las cosas fáciles.En los descansos de las jornadas tortuosas de filmación, entabla amistad con Artaud, que pronostica un futuro maldito para la película. Los tropiezos a lo largo del tiempo con la obra maestra de Dreyer parecen darle la razón. La película de Mirko Stopar resulta divertida incluso cuando la sombra de un sino lúgubre sobrevuela la vida de la actriz y de los personajes que danzan a su alrededor. El carácter de la narración, en la que se alternan las voces de Helen Falconetti (una de las dos hijas que Maria tuvo como madre soltera), de Dreyer y de sus amigos argentinos entre otros, va una velocidad de vaudeville mientras se suceden imágenes de archivo, películas de época, fragmentos brillantes de un mundo paralelo donde incluso los picos de tragedia parecen bendecidos con el ritmo de una humanidad que no concibe otro destino que la marcha hacia delante. Un recorte de diario anuncia: “Juana de Arco arriba a Buenos Aires”; Maria ha querido volver a ser quién era antes de Dreyer sin conseguirlo. La película sugiere que la actriz es una especie de mártir, solo que nadie advierte el alcance del sacrificio, en caso de que lo hubiere. Llamas de nitrato se comporta como si estuviera entregada a una pesquisa en la que lo que está en juego es la trayectoria de un alma un poco torturada, impulsada por el miedo al fracaso, pero con un desapego auténtico por la estabilidad económica, por todo proceso orientado a procurarse una vida más o menos desahogada. Con modestia y calidez, la película sigue la estela de una biografía cuyo centro es un misterio, acaso para descubrir que lo que hay al final de cualquier vida, singular o no tanto, es siempre un abismo insondable.