Leto

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Desde Rusia llega “Leto”, una película dirigida por Kirill Serebrennikov (quien estuvo en arresto domiciliario y terminó de editar esta película por lo tanto entre esas paredes) y basada en las memorias de Natalya Naumenko.
En poco más de dos horas, el film retrata el mundo del rock en medio de la Unión Soviética de la década del 80.
En “Leto”, un grupo de jóvenes que escuchan música extranjera (David Bowie, Lou Reed, T-Tex) tienen una banda con la cual logran tocar en algunos lados. En blanco y negro (con algún pequeño insert en color), Serebrennikov los muestra en los momentos de intimidad, componiendo canciones, escuchando a artistas extranjeros y también luchando por hacerse espacio en un lugar que no admite mucha libertad.
Son tres los personajes principales. El cantante de la banda, su mujer, y un músico que conocen de casualidad y que se convertirá en su protegido, aprendiz, y también en una de las puntas de un triángulo amoroso.
Ellos son la excusa por la que la película se va moviendo dentro de este retrato. Como está en parte basada en un músico real, el film en parte está contado en forma de una inspirada biopic pero lo hace sin caer en los lugares comunes, con una sutileza sorprendente y con mucha frescura.
Por ejemplo, introduce videoclips con canciones muy conocidas (como "Psycho killer" de Talking Heads o "The passenger" de Iggy Pop), donde los personajes se mueven con la libertad con la que quisieran poder moverse, y un personaje con un cartel aclara: “Esto no pasó”.
Entre esas cosas que no pasan, se encuentra una escena muy significativa que los muestra cantando en el escenario con un público eufórico que ante el sonido de la guitarra eléctrica baila y salta, o sea, que está de pie, al contrario que lo único que permiten: que los escuchen desde sus asientos, sin levantarse, apenas moviendo un poco la cabeza o los deditos sobre la rodilla.
En algún momento un personaje dice que sueña con tocar en un bar, algo que parece tan chiquito e insignificante para cualquier banda con grandes aspiraciones. Así, el film va narrando este escenario desde tres perspectivas principalmente: la del músico más experimentado, la del que recién entra y la de quien lo mira un poco desde afuera y un poco desde adentro. El triángulo amoroso surge y se desarrolla de un modo elegante.
“Leto” termina resultando un film interesantísimo tanto en contenido como en forma. Una propuesta audaz y fresca, un retrato sobre un mundo que a veces nos resulta lejano, y todo esto cargado de buena música, no sólo desde la que ellos escuchan sino la que ellos hacen, que colabora mucho con el hilo narrativo del film. Hipnótica, hermosa y de esas que se quedan con uno al salir, “Leto” parece influenciada por lo mejor de Todd Haynes e inspirada por las bandas de una de las épocas musicales más estimulantes de la historia.