Leto

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Por varias razones que van de lo artístico a lo político, Leto es una película importante. Esta reconstrucción en blanco y negro de la movida del rock en la Leningrado de la década de 1980 es una auténtica sorpresa para el circuito comercial argentino y el hecho de que el director de Yuri's Day, Traición y The Student / El discípulo haya estado bajo arresto domiciliario desde agosto de 2017 hasta hace pocos días por sus obras provocadoras y vanguardistas (y su oposición al régimen de Vladimir Putin, claro) desató una serie de protestas en el marco de la comunidad internacional desde su estreno mundial en la Competencia Oficial del Festival de Cannes 2018, al que obviamente no pudo asistir.

En la notable Leto (Verano), Serebrennikov nos sumerge en la escena de rock de la Leningrado de principios de los '80. Sí, en plena era soviética (y con un rígido control oficial que el director expone con mucho humor negro) surgieron figuras como Viktor Tsoï (interpretado por el coreano Teo Yoo), líder del grupo Kino, que justo cuando se convertía en una estrella juvenil murió en un accidente de auto con apenas 26 años.

El film describe la relación maestro-discípulo entre Mike (Roman Bilyk / Roma Zver, auténtico rockstar ruso en la vida real) y Viktor, un joven fan que se acerca al músico ya consagrado y luego termina superándolo. En el medio, para conformar un triángulo sentimental, aparece Natasha (Irina Starshenbaum), la bella esposa de Mike y también una suerte de amante platónica de Viktor.

Leto alcanza a transmitir toda la energía, pero también la frustración de estos músicos claramente influenciados por los Sex Pistols, Blondie, David Bowie, Lou Reed, Talking Heads e Iggy Pop (hay una buena explicación de la transición del punk a la new wave) en una narración llena de ingenuidad, rebeldía y -por supuesto- una fuerte carga nostálgica. Otros de los grandes hallazgos del film -rodado en blanco y negro con algunas pocas imágenes en color tomadas en Súper 8- son unos videoclips de clásicos como The Passenger, A Perfect Day o Psycho Killer con coreografías musicales en los transportes públicos.

En la línea de Casi famosos y Velvet Goldmine, Leto es una película sobre el rock, sobre una era, sobre un movimiento y sobre personajes en crisis existencial y artística, incómodos con el lugar que les toca ocupar porque -para ellos y para muchos otros- no había futuro posible.