Leónidas

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

El padre del teatro independiente

Con la complicidad de Tito Cossa y Mauricio Kartun, el realizador de Rastrojero, utopías de la Argentina en potencia se interna en la historia de Leónidas Barletta, dramaturgo, escritor, periodista y creador del legendario Teatro del Pueblo.

El realizador Miguel Colombo nació en Salta y se mudó a Buenos Aires cuando tenía cinco años. En la provincia del norte quedaron, sin embargo, varios parientes y amigos de la familia con los que se mantuvo en contacto. Entre ellos María Angélica, una suerte de abuela postiza que además fue su madrina, la misma que un lustro atrás lo llamó para decirle que tenía algo especial para darle. Aunque sorprendido, Colombo no dudó y viajó hasta allá, munido de una cámara para registrar algo que no sabía muy bien qué sería. Lo que esa anciana le entregó fue una carpeta llena de recortes de diarios y revistas, cartas, afiches y fotos de su hermano mayor Leónidas. Un hombre que --como su homónimo espartano en las Termópilas-- hizo de la resistencia un estandarte. Porque Leónidas es el dramaturgo, escritor y periodista Leónidas Barletta, fundador en 1930 del Teatro del Pueblo y padre putativo del teatro independiente latinoamericano. Independiente y político, en tanto estaba convencido de que una pluma afilada puede ser más letal que un arma de fuego. Alrededor de su figura gira el nuevo largometraje del director de Rastrojero, utopías de la Argentina en potencia (2006) y Huellas (2012).

"Lo dejo en tus manos", le dice María Angélica cuando le cede la carpeta. Colombo hizo lo que todo documentalista haría: esperar a que decanten las ideas para luego investigar e intentar entender tanto quién fue aquel hombre fallecido en 1975 como la importancia de su legado. Al igual que Huellas, Leónidas arranca como un documental policial en el que el realizador-detective tira de la punta de un ovillo para ir revelando los pliegues de una personalidad arremolinada y soñadora, comprometida política, social y artísticamente con el devenir de un país que por aquellos años empezaba a encadenar una sucesión de gobiernos militares y democracias débiles. Emprendedor y contestatario, creó diarios que el Estado le clausuraba por su carácter opositor, para luego abrir otros que terminaban igualmente cerrados. De todo esto el espectador se anoticia principalmente por la voz en off del realizador y las lecturas de algunos de sus textos. Textos magníficos, de enorme inteligencia política y precisión estética.

No es frecuente en el cine argentino ver un documental que indaga en la historia sin recurrir a imágenes de archivo. Quizás fue una decisión menos voluntaria que impuesta por la ausencia de material, ya que Barletta se movía lejos de las luminarias mediáticas. A cambio, Colombo apela a dos fuentes autorizadísimas en la materia para desglosar su objeto de estudio como Tito Cossa y Mauricio Kartun. Ambos coinciden en la imposibilidad de adaptarse a los nuevos aires de la dramaturgia como la principal razón para explicar la caída de Barletta. Con ellos dos en escena, Leónidas deja atrás su faceta policiaca para volcarse a lo testimonial y ensayístico, enhebrando esas entrevistas a cámara --jugosas, inteligentes, por momentos honestas hasta la brutalidad-- con largas secuencias (por momentos, demasiado largas) de dos obras articuladas alrededor de Barletta, como si a través de ellas se intentara responder qué quedó de las ideas de aquel hombre.

Una se llama El cerco de Leningrado, fue escrita por el español José Sanchís Sinisterra y está muy libremente basada en lo ocurrido con el teatro de Barletta luego de su muerte, cuando quedó a cargo de su mujer y dos hermanas. La otra es El director, la obra, los actores y el amor, de Alberto Ajaka, sobre un director que utiliza uno de sus textos, el "Manual del director", para llevar adelante una obra. Allí imagina un reencuentro entre aquel Leónidas devenido en espíritu y un joven dramaturgo a partir del cual se ilustra un choque no sólo generacional, sino también de formas de pensar la representación teatral, uno de los grandes temas de los escritos de Barletta. Enseñar a pensar: pocos legados mejor que ése.