Las Vegas

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Amores de pretemporada

El nuevo largometraje de Juan Villegas, responsable de Sábado (2001) y Los Suicidas (2005), es un film íntimo sobre el reencuentro accidental de una familia en el complejo de viviendas que poseen en la ciudad balnearia de Villa Gesell, en la costa de la Provincia de Buenos Aires, en los días previos a los festejos de año nuevo a fines de diciembre, período que marca el comienzo de la temporada de verano en las playas argentinas.

La trama de la película se desarrolla alrededor de los problemas de unos padres de treinta y pico de años divorciados y su hijo adolescente, al que tuvieron apenas cumplieron la mayoría de edad. Pablo (Valentín Oliva) acompaña a su joven madre, Laura (Pilar Gamboa), a su departamento en Villa Gesell a poco de cumplir los dieciocho años y terminar el colegio secundario. Allí el chico conoce a Cecilia (Camila Fabbri), una guardavidas de veintidós años con la que comienza una relación amorosa, pero también se encuentra con su padre, Martín (Santiago Gobernori), y su joven novia colombiana de veintitrés años, Candela (Valeria Santa). Los cinco emprenden una relación conflictiva, no exenta de agresiones verbales y hasta físicas en una convivencia en la que dos generaciones intentan dialogar con un lenguaje exiguo, por momentos cálido, pero también pasional y hasta violento.

La impaciencia agresiva y autoritaria del porteño, la recurrente rebeldía adolescente en contra de los padres, la falta de responsabilidad y el retraso madurativo de los adultos de treinta y pico y la apatía juvenil son algunas de las cuestiones que aborda Las Vegas (2018), un film que construye a sus personajes sin demasiada profundidad pero sí con gracia, creando en su relato un clima de cómica ternura, confianza y un cariño distante tamizado por la diferencia generacional, los conflictos entre padres e hijos y las peleas conyugales.

Las Vegas genera así una mirada sobre la deriva de unos personajes atribulados por el derrotero de su vida a través de una excelente fotografía de Inés Duacastella, del relato de leyendas e historias sobre la fundación de la popular ciudad costera y de una buena banda sonora que incluye un tema cantado por Pilar Gamboa, quien ofrece una gran actuación, interpretando a una madre que oscila entre un control innecesario y una relación de hermana y amiga en lugar de madre para con su hijo. La película trabaja la extensión de la juventud y de la adolescencia y las consecuencias de ser padre joven en una sociedad que imprime en la juventud la premisa de la diversión sin responsabilidades, cuestión aquí rota a medias por la maternidad. Juan Villegas crea una semblanza introspectiva sobre la tensión de las nuevas relaciones entre padres e hijos, los cambios generacionales y los lazos que se forman en estas condiciones en un mundo donde la incomunicación es la premisa fundamental de todo trato social.