Las insoladas

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

Las chicas de la azotea

Minimalista al palo, la propuesta consiste en registrar retazos de diálogos y delirios de cinco atractivas chicas durante un día en la terraza de un edificio, mientras duran las horas soleadas. El recorte temporal no es al azar, esas horas pertenecen a un retazo de los noventa, con alusiones muy concretas, sobre todo tecnológicas y bastante menos sociológicas. El objetivo primordial de las amigas es tomar sol en compañía femenina para no aburrirse y porque es una opción barata, ya que los ahorros no alcanzan para irse de vacaciones.

En el elenco, se entrecruzan estrellas televisivas con actrices del cine independiente y el teatro vanguardista, formando un gineceo posmoderno donde sólo un perro mascota representa al género masculino (fugazmente también los bailarines del acto final que no veremos en primer plano).

A medida que aumenta la ola de calor, ellas irán ajustando los preparativos para participar esa misma noche en un concurso de salsa, donde existe la posibilidad de un premio en efectivo. Porque hay un deseo dando vueltas: el de un viaje a Cuba para prolongar el verano al menos dos semanas, pero como el ocio entretenido exige dinero, ellas se suben a la cresta del vórtice consumista, que a pesar de todo no está para nada distante de los días que corren.

Con pocos pero cuidados elementos formales y temáticos, la naranja se exprime hasta sacarle todo su jugo: una estrategia constante es el gran cuidado estético de las formas: el color, la composición de cada plano, con lo que se va construyendo un verosímil donde las chicas nos mantienen atentos a sus propuestas, confesiones y desatinos.

Buscando en la superficie

Taretto filma bien y logra buenos rendimientos en los elencos que dirige. En sus películas habitan personajes solitarios de la Buenos Aires de clase media, como ocurre en su comedia “Medianeras” y también en “Insoladas”, donde las protagonistas tratan de cubrir el mayor espectro posible, pero en general resultan roles estereotipados y superficiales. Una peluquera, una psicóloga new-age, una empleada de un laboratorio fotográfico, una telefonista, una manicura y una promotora conforman un material que daba para indagar mucho más en los códigos de la amistad femenina o ahondar en los vericuetos sociológicos del fragmento expuesto.

No es la primera película argentina donde la acción transcurre mayormente en una azotea, pero “La Terraza” sesentista de Leopoldo Torre Nilsson -por ejemplo- era un espacio ganado por un grupo de jóvenes de ambos sexos, que buscaban aislarse del control ejercido por el mundo adulto, reflejando síntomas generacionales con inquietudes diversas. Aquí, en cambio, se trata de un lugar elegido ante todo por las posibilidades visuales para contener un limitado mundo femenino y su entorno inmediato. Una búsqueda en la superficie sin demasiadas vueltas de tuerca.

Aunque en “Insoladas”, la rutina de lo predecible se rompe en breves momentos, en que aparece alguna que otra sorpresa, por lo general se queda en la intrascendencia de un medio tono por momentos agradable, pero que no crece en las distintas escenas demasiado armadas (cuando no forzadas) que se acercan al cliché. Igualmente, sumando el encanto de algunos pasajes, la película tiene el mérito de no ser aburrida mientras transcurre a media sonrisa.