Las insoladas

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Incluso antes de hacer largometrajes, Gustavo Taretto ya era considerado un director promisorio debido a una serie de cortos multipremiados. Historias pequeñas, pero con un humor muy propio y encantador. Medianeras, su estupenda ópera prima, es una versión extendida de uno de esos cortos. De la misma manera, Las Insoladas también está basada en una de sus creaciones breves.

El argumento puede resumirse en una sola línea: durante un día de verano, un grupo de amigas se junta a tomar sol en una terraza, donde hablan sobre la vida, sus frustraciones y sus sueños, mientras la temperatura no para de subir. Lejos de quedarse en una premisa que tiene más de obra de teatro, Taretto sabe exprimir la historia, los personajes y el carácter cinematográfico de la película.

Las protagonistas son seis (a diferencia del corto, donde sólo figuran dos), y aunque todas tienen puntos en común, cada una se diferencia de la otra por sus personalidades y profesiones, y también por el color de las bikinis que lucen casi todo el tiempo. El director nos permite observarlas en la intimidad, sin omitir juicios acerca de ninguna; todas tienen sus atractivos, sus miserias, y tienen un objetivo inmediato: ganar un concurso de salsa, por lo que suelen practicar cuando no se dedican a broncearse.

Otro detalle importante: ahora la acción transcurre en la década del 90, una época de la Argentina signada por la desigualdad de clases. Algunos lograron enriquecerse y beneficiarse de una política neoliberal, que permitía consumir sin culpa (productos importados, generalmente) y viajar por el mundo, aprovechando que la moneda peso tenía el mismo valor que el dólar. Pero la mayoría no pudo acceder a esos lujos; de hecho, fue perjudicada por el proceder -o no proceder- de aquella presidencia. Como las “insoladas”: anhelan viajar a Cuba, no sólo de vacaciones sino con la idea de empezar otra vida, lejos de la rutina, lejos de todo, pero deben lidiar con una deprimente realidad, en la que apenas ganan lo suficiente para subsistir. De esta manera, Taretto refleja la verdadera cara de un país en donde todo parecía rebosar de pizza y champagne. También vale destacar el trabajo de recrear ese período con pocos recursos: ciertas celebridades y eventos mencionados por las chicas, además de detalles de arte (walk-man, cassettes) y vestuario.

Pero la película se apoya principalmente en el trabajo de las actrices. Si bien algunas tienen una mejor performance que otras, cada una tiene espacio para su lucimiento. Maricel Álvarez, Violeta Urtizberea y María Bellati se manejan con naturalidad, como si hubieran nacido para esos personajes. Algo similar sucede con Carla Peterson, quien todavía es una artista a descubrir y a explotar. Luisana Lopilato sigue dando muestras de que la comedia le sienta muy bien, gracias a su combo de belleza y gracia. Pese a ser la famosa del elenco, Elisa Carricajo no desentona junto a ninguna de sus compañeras; al interpretar a la psicóloga del grupo, funciona como la denominada “voz de la razón”.

Las Insoladas es graciosa, poseedora de una simpatía muy especial, y también invita a la reflexión. Las mujeres podrán verse reflejadas en las chicas (o, al menos, en sus conversaciones), y los hombres podrán adentrarse por un rato en ese mundo tan suyo. Aún sin estar tan lograda como Medianeras, confirma a Gustavo Taretto como uno de los directores más talentosos y personales del cine argentino actual.