Las dos reinas

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Las dos reinas es una película de época, pero más a tono con la actual que con el siglo XVI por su alineamiento con la vigente tendencia de teñir los guiones de feminismo explícito. Eso la distingue dentro del subgénero y a la vez conspira contra su logrado clima y su notable realización.

Aunque esta es la opera prima de Josie Rourke, se nota su vasta experiencia como directora teatral. La puesta de cada escena es de un cuidado y una precisión poco frecuentes, a lo que se suman las grandes interpretaciones de las protagonistas -Saoirse Ronan y Margot Robbie- y lo que suele brillar en toda película de época que se precie de tal: el vestuario, el maquillaje, los peinados (aspiró a dos Oscar por estos rubros).

La atrapante historia de María Estuardo, reina católica de Escocia, y su enfrentamiento con su prima, Isabel Tudor, monarca protestante de Inglaterra, es oro para el guionista Beau Willimon, todo un experto en intrigas palaciegas: es el creador de la House of Cards estadounidense. Aquí se basó en un libro del historiador John Guy que rescata la figura de María I de Escocia: por lo tanto, la heroína es casi tan perfecta como Daenerys Targaryen (según algunas teorías, el personaje de Game of Thrones se habría inspirado en la reina escocesa y/o en Enrique VII).

El toque moderno pasa por un elenco multiétnico y, quedó dicho, por el punto de vista feminista. Con audacia, Rourke plantea el uso del cuerpo femenino como herramienta política y rompe tabúes: muestra la menstruación, el goce sexual de la mujer durante el cunninlingus, el empleo del hombre como mero semental.

Pero lo que en un principio es sutil termina siendo una bajada de línea subrayada y reiterativa, al punto de que entre los solemnes diálogos aparecen frases como “¡Qué crueles son los hombres!”. El poder y la sororidad -son primas, pero entre sí también se llaman “hermana”- de María e Isabel son aplastados por esa crueldad masculina: la hipótesis de la película es que si el mundo fuera gobernado por mujeres, la humanidad tendría más esperanzas. Una idea tan sexista y descabellada como su contraria.