Las aventuras del Capitán Calzoncillos

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Disparatadas y muy risueñas
Dos chicos crean un superhéroe de comic, que cobra vida en el director de la escuela. Ingenio y buenos gags.

No es, está clarísimo, un buen título, uno que invite a llevar a los chicos al cine. Pero dejando eso de lado, Las aventuras del Capitán Calzoncillos desborda ingenio, buenos gags, una animación que contagia, críticas al consumismo y al sistema educativo, timing y tres personajes como para llevar a la mesa de luz -pero dejarlos separados-.

George y Harold son vecinos, viven en el mismo barrio, van a la misma escuela primaria y a la misma aula. También comparten una pasión por los comics. Ellos los crean, uno escribe los diálogos y las situaciones, el otro dibuja. Le hacen la vida imposible al director de la escuela, pero un día, ayudado por un alumno nerd y chupamedias, el director plantea separarlos.

Por un hecho con mucho de casualidad, George y Harold hipnotizan al director, y cada vez que sucede y con un chasquido de dedos, el hombre se despoja de toda su indumentaria y queda en calzoncillos y con una capa roja. Se convierte, así, en la encarnación de Capitán Calzoncillos, creación del dúo de indomables, que a la larga deberán pelear contra un nuevo maestro que tiene ideas tanto o más descabelladas y antisociales que las que tenía el Director.

La cantidad de referencias a otras películas y a otros superhéroes, de Superman al Hombre Araña, harán reír a grandes, entendidos y a los chicos.

Las películas de DreamWorks suelen ser desparejas, además de disparatadas, y ésta no iba a ser precisamente la excepción.

El director David Soren no aseguraba demasiado, recordando que fue el realizador de Turbo (2013), la del caracolito que corría carreras. Pero vaya a saberse si es que se rodeó de un mejor equipo, Las aventuras del Capitán Calzoncillos entretiene todo lo que dura… y más. Hay algo para ver entre los créditos finales.