La voz del silencio

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

La noche roja

Nueve personajes que luchan contra la suerte de un destino errante mientras deambulan por una claustrofóbica San Pablo es la propuesta de André Ristum en La voz del silencio (A voz do silencio, 2018), una película sobre la soledad y la incomunicación ambientada en una metrópolis que propone lo contrario.

Un extraño eclipse lunar cambia el destino de nueve personas que paralizadas por diferentes problemáticas personales terminan cruzándose en la cosmopolita ciudad brasileña de San Pablo, con el trasfondo de la crisis política y económica que atraviesa al país.

Coproducción entre Brasil y Argentina, La voz del silencio está trabajada a partir de la coralidad. Un conjunto de historias independientes entre sí que se terminan entrelazando en un final que las conecta. Con el marco de San Pablo como fondo y la crisis que atraviesa al país, Ristum construye un relato complejo, con climas logrados, en el que despliega un abanico de temas como la soledad, la muerte, la desesperanza, el maltrato, lo femenino, la diversidad sexual, el sida, la memoria y la lista sigue infinitamente. Y es la amplitud temática lo que termina volviendo al relato pretensioso desde lo narrativo, con algunas ideas y búsquedas interesantes que se evaporan en una maraña de conflictos existenciales apocalípticos.

Con reminiscencias al cine de Alejandro González Iñárritu, Paul Thomas Anderson y Robert Altman, La voz del silencio trabaja la estética visual con una serie de planos secuencia que llevan al límite a cada uno de los actores para expresar con realismo las contradicciones de sus personajes, en donde acertadamente no se los juzga por sus actos ni se los coloca como héroes ni villanos, simplemente como seres humanos que con sus errores y virtudes hacen lo que pueden para sobrevivir dentro de una sociedad espejo.