La vida secreta de las mascotas 2

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

Esta segunda entrega Max deberá acostumbrarse a algunos cambios en su vida: su dueña Katie se encuentra casada y con un hijo. Entretanto, la perra Gidget quedará a cargo del cuidado del juguete favorito de Max, y el conejo Snowball liderará una peligrosa misión para enfrentar al malvado dueño de un circo de animales. Con un ritmo dinámico que no decae en ningún momento, el guión logra hilvanar acertadamente, aunque de forma sencilla, tres relatos. Éstas comienzan siendo sólo una para luego fragmentarse y volver a reencontrarse hacia el final. Desde el principio, y a pesar de la convivencia entre Max y Duke ya afianzada, la aparición del pequeño Liam despertará una sobreprotección exagerada en el pequeño perro protagonista. Como consecuencia de esto adquirirá un tic nervioso que obligará a ser llevado al veterinario con “divertidas” consecuencias. Con los nuevos integrantes, la familia emprende un viaje al campo, donde Max conocerá a Gallardo, el perro “alfa” de la granja que le enseñará a controlar sus temores. Durante su ausencia, Gidget deberá pedir ayuda a la gata Chloe para simular ser gato y poder así rescatar el juguete de Max perdido en un departamento vecino. Mientras, el pequeño conejo Snowballen con su rol del superhéroe “CapitánSnowall”, estará al frente de una cruzada para rescatar a un tigre blanco víctima del maltrato en un circo. A partir de los matices que puede otorgar la presentación de variopintas especies animales, todos los personajes se hallan bien construidos, con roles y personalidades claramente diferenciadas. Como en la entrega anterior, aquí también la animación es de exquisita factura, tanto como cuidada la banda sonora que acompaña en la misma línea. Si bien la potencia de “La vida secreta de tus mascotas 2” radica fundamentalmente en el entretenimiento, subyace en cada una de las historias el cómo enfrentar los miedos que cada uno de nosotros posee. Quizás en determinados momentos la sensación es la de ser espectadores de tres cortometrajes autónomos concatenados en una única película. No obstante, hacia el final resulta en un todo consistente y altamente disfrutable para el público de todas las edades.