La siesta del Tigre

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La siesta del tigre, primer documental de Maximiliano Schonfeld propone el viaje de cinco amigos en busca de un fósil que puede cambiarles la vida. Maximilano Schonfeld saltó a la escena cinematográfica en 2012 con el estreno de Germania, con la cual recibió gran atención de público y crítica, a través de la historia de una familia de inmigrantes alemanes que debían abandonar su puesto rural en medio de una etapa de duelo.
Cuatro años después llegó La helada negra, en la cual repetía ese ambiente rural plagado de soledades e incógnitas. La siesta del tigre, presentada el año pasado en el Festival internacional de cine de Mar del Plata, es su primera apuesta al documental; aunque, habrá que decir, la jugada no varió demasiado.
El ambiente sigue siendo similar, campo abierto, espacios rurales abiertos. En este caso, la selva entrerriana. Lo que sí se modifica es ese aura de misterio, de sombras y oscuridades. Remplazado por la sudorosa tranquilidad del suelo entrerriano, al costado del río.
Tampoco se presentarán grandes diferencias respecto del armado del lenguaje. Schonfeld estructuró La siesta del tigre como un documental de observación, con una cámara imperceptible, narrando una suerte de historia, un instante, tal como si fuese una ficción, o una realidad que merece ser contada.
El hecho pareciera ser sencillo, una placa inicial nos cuenta que el tigre dientes de sable es el felino más grande que haya pisado la tierra. Extinguido durante el período Pleistoceno, hay indicios de que, en el suelo entrerriano pueden encontrarse rastros de aquel.
¿Hay realmente indicios de que en Entre Ríos pueden existir fósiles enterrados del tigre dientes de sable? No lo sé. Lo cierto es que cinco oriundos del pueblo entrerriano Crespo, se embarcan en una travesía cuyo fin sería hallar esos restos.
En realidad, esta búsqueda no deja de ser una excusa para presentar a estos cinco personajes que, lejos están de ser el prototipo de científicos exploradores de fósiles. No son aventureros a la Indiana Jones, ni hombres de ciencias. Son vecinos de pueblos, entrados en años, con un pasado a cuesta, y que tratan de encontrar ese tesoro que podría llegar a darle el giro a sus vidas que hasta no llegó. La siesta del tigre es un documental cotidiano.
La cámara no interrumpe en absoluto la rutina de estos cinco, los deja ser, y ellos son libres, Interactúan, se divierten, dialogan, se disfrazan, se hacen bromas, y también buscan el bien preciado. Lo fundamental será observar a estos personajes en su andar y en su interacción.
Están solos, nada los interrumpe, y hasta por momentos adquiere una pátina de viaje de egresados, o excursión juvenil, pero pasado de años. Casi como si fuese la reunión del grupo de amigos que recuerda unas vacaciones en carpa hace varios años, y para eso la vuelve a vivir.
Los cinco son carismáticos y en base a eso se ganan nuestra atención. También se nota el cariño con el que Schonfeld los retrata, quizás tenga que ver con que Crespo es el pueblo natal del director.
El paso del tiempo es algo fundamental en La siesta del tigre, no solo porque sus personajes son seres mayores, sino porque, en el devenir, quizás algo esperado por el espectador, las cosas no saldrán tan triunfantes como ellos esperaban.
Los fósiles del tigre dientes de sable no van a estar debajo de cualquier piedra, cuesta hallarlos, a ellos les cuesta más porque no cuentan con los medios necesarios, y los días transcurren. Sin embargo, no se los verá bajar los brazos, los sueños están para perseguirlos, probablemente de eso nos hable este primer paso de Maximiliano Schonfeld en el documental.