La Pivellina

Crítica de Martín Stefanelli - ¡Esto es un bingo!

La más bella niña

Con seguridad, la mejor actriz del festival es Asia Crippa, una de las protagonistas de La Pivellina. Lo singular es que probablemente no alcance los tres años de edad. Así y todo, Crippa brilla en la pantalla con sus gestos y sus palabras entrecortadas que muy pocas veces brindaron tanta verdad en el cuerpo de un niño actor. Cuando dice no, cuando come con la cuchara, cuando se ríe, no se puede ver una pizca de obligación. Si se la ve feliz, la pivellina está feliz. Y no sólo se trata de ella, todos los personajes que la rodean con afecto no hacen más que ser de verdad.

En este eco del neorrealismo italiano que nos llega en colores rutilantes, una familia circense de esas que le resta importancia a los lazos de sangre, encuentra a esta nena sola en una plaza y se la lleva a vivir con ellos. En medio de remolques, charcos de agua y la falta de trabajo de esta Roma poco glamorosa, el único conflicto –y no por eso menos inquietante– es el riesgo de que la dichosa estancia de Asia (el personaje y la actriz llevan el mismo nombre) se acabe en algún momento. Su irrupción cambia la vida de toda la familia, y como ellos quieren creer cuando imaginan el horrible pasado de un niño que llega a ser abandonado, cambia para bien la vida de la pivellina. Por eso se dedican a darle todo el cariño del mundo en el menor tiempo posible mientras Tiza Covi y Rainer Frimmel los siguen con una cámara que conoce la vibración del cine documental y hace que el amor se sienta. Y nada en el cine puede ser más importante que sentir.