La piel de Venus

Crítica de Nicolas Mancini - El Lado G

La cámara recorre indiscretamente la calle bajo la lluvia y divisa el escenario en el cual el espectador estará inmerso toda la película: El teatro. Allí, Thomas (Mathieu Almalric) está furioso porque no consigue el papel protagonista femenino para su obra La piel de Venus. Dice que ninguna de las actrices que participaron del casting están capacitadas -que a lo largo del film se puede notar el alto voltaje y dramatismo que requería- y prepara sus cosas para irse. Es el momento en el que aparece Vanda (Emmanuelle Seigner). Dispuesta, atrevida, encaradora y empapada por la lluvia torrencial que hay del otro lado de la puerta -que separa a “otro mundo”- quiere quedarse con el papel a toda costa. Tras regateos con Thomas consigue que éste no se vaya y la vea. Es otra persona, muta, se transforma en la actriz indicada para Thomas, que dará inicio al teatro de Polanski.

El tridente Sacher-Masoch, David Ives y Polanski hacen La venus de la pieles algo multiplataforma. El primero la escribió, el segundo la teatralizó y el tercero la llevó a la pantalla. La obra crea una alarmante tensión entre dos personajes y alterna entre el amor, el erotismo y el oscuro deseo. Polanski juega con la intensidad de un incomodísimo diálogo entre los actores que se entremezcla con el atrevido texto de la obra a ensayar. Porque La venus de la pieles se trata de un ensayo que sobrepasa los límites y toma al sadomasoquismo, en realidad, como el protagonista, y lo cuestiona. Esta acción se produce correctamente entre dos actores que están a la talla. Seigner -mujer en la “vida real” del director, véase entre sus obras con el polacofrancés en Frantic (Frenético – 1998), Bitter Moon (Lunas de hiel -1992) y The ninth gate ( La novena puerta– 1999)- metamorfosea su personaje y distingue a la persona y a la actriz de una manera admirable. Amalric -reciente ganador en el Festival de Mar del Plata como mejor director por su película Le chambre blue– acompaña y “deja ser” a su compañera, aunque transitoriamente su potencial se desarrolla y, si se compara la mentalidad de su personaje al inicio y al final de la película, se puede llegar al asombro. La venus de la pieles saca la molestia que dejó Le scaphandre et le papillon (La escafandra y la mariposa -2007), cuando la unión de esta dupla se vio obstaculizada por la parálisis de diminuto actor, en su personaje como antiguo redactor en jefe de la revista Elle.

Roman Polanski tiene 81 años. Ha hecho a lo largo de su extensa carrera muchas películas que encierran un solo escenario, filmes claustrofóbicos. Si un cinéfilo ve La piel de Venus, es casi imposible que no se acuerde de su anteúltima película Carnage (Un Diós salvaje -2011)- basada en la obra de Yasmina Reza- en la que 2 parejas elevan la intensidad de una absurda discusión en tono de comedia. Otro film teatral del enano director es Death and the Maiden (La muerte y la doncella -1994), que sucede en un solo escenario, una casa y su corto alrededor, y se entrega a las actuaciones de la ostia de Sigourney Weaver, Ben Kingsley y Stuart Wilson -sobre todo los 2 primeros- que transmiten el mas recóndito de los suspensos. Citaré por último a Bitter Moon, que con esto de relacionar sus filmes pasados con La venus de las pieles, tiene dos condimentos esenciales que lo conecta a este film y acentúa el concepto de obra del retorcido director: Emmanuelle Seigner y el sadomasoquismo. La francesa aquí es una chica ingenua que al final resulta ser lo contrario, pasa de ser humillada a humilladora y ejecuta actos sexuales de los mas poco convencionales con su novio, interpretado por Peter Coyote.

Polanski continúa en su salsa, divierte como en su anterior película y te sabe oscurecer como en muchas de sus obras. Creo que es lo que busca. Su seguidor será recibido con los brazos abiertos, el que no lo siga y que además no entienda el francés, que sepa leer rápido y que se maraville con la inteligencia de un texto.