La patria equivocada

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Sáenz, desparejo y recitado

Esta película ilustra parcialmente la novela de Dalmiro Sáenz sobre una damita que en 1807 abandona su casa por amor, su hijo que «cabalga media historia argentina» para morir como un infeliz, y una chinita fortinera convertida en damita de otra clase hacia 1898. Según analistas, «este libro brutal y raramente lírico (.) es quizás el mejor texto narrativo que haya escrito Sáenz. El coraje y la barbarie del hombre de a caballo, la violencia sensual y engañosamente estoica de las mujeres, los secretos lazos de la sangre que llevan puntualmente a la tragedia: todo esto es lo que vibra detrás del aspecto inescrutable de La patria equivocada».

Y todo eso está en la película, pero, curiosamente, apenas vibra. Carlos Galettini, que en «Ciudad del sol» pintó muy bien a quienes vivieron de veras el sueño febril de los 70, no termina ahora de pintarnos con fuerza la neurosis de desencuentros, confusiones, rencores y mal pago que sembró buena parte de nuestro siglo XIX. Será que quien mucho abarca poco aprieta, o quizá tuvo limitaciones de rodaje difíciles de solucionar en el armado final, el hecho es que la obra resulta despareja, con momentos poco logrados, sobre todo al comienzo, donde se suceden las frases sentenciosas y el Motín de las Trenzas luce poco y se entiende menos.

Caben otras objeciones menores, sobre las que varios caerán sangrientamente. Vale la pena apreciar, en cambio, las escenas del encuentro con los niños que defendieron Paraguay hasta el último día, el ataque de los indios a una estancia, las figuras bien representadas del general Mitre y el coronel Villegas, ambos en destacables escenas, la incómoda situación de quien debe matar a un compañero de armas que se pasó al otro bando, el lindo registro de paisajes camperos, el detalle de algunas armas (hay buen asesoramiento), el trabajo de Adrián Navarro, la música de Castiñeira de Dios, recuperando cierta tradición sinfónica, y la última palabra de un criollo ante el pelotón de fusilamiento: no un estentóreo «viva la Patria», sino, apenas para sí mismo, «mama».

También para apreciar, y especial motivo de interés para el público, las muchas escenas eróticas, especialmente dos bien al estilo Sáenz: la visita de un peoncito de 17 años a su maestra de 32, ansiosa de recibir visitas, y todas las que hacen al capítulo final, donde Juana Viale luce debidamente un personaje de mujer refinada y perversa cercano al que su público le festejó en la TV. Aclaremos, esta película se rodó antes que empezara la grabación de «Malparida». Se estrena mucho después, por diversas razones.