La morgue

Crítica de Fernando Sandro - Alta Peli

Calladito y sin levantar mucha polvareda, el noruego André Øvredal viene construyendo una carrera cinematográfica sólida y de mucha expectativa en el futuro. Con dos títulos previos, Future Murder y Troll Hunter (Trolljegeren), sobre todo este último resultó una sorpresa vox populi y alcanzó rápidamente un status de culto entre los seguidores del género.

Su mezcla de tensión, relajada con humor y un estilo tradicional a la hora de filmar (más allá de que Troll Hunter simulaba ser un documental, o metraje encontrado) lo posicionan como uno de los realizadores con los sustos más efectivos de la actualidad.

En La Morgue (The Autopsy of Jane Doe), Øvredal vuelve a dejar su marca, habiendo cambiado la amplitud del bosque por los espacios completamente cerrados.

¿Habrá algún lugar más propicio para el terror que una morgue? Películas como Nightlife o la reciente El cadáver de Anna Fritz parecen demostrarlo. Tommy y Austin son un padre y un hijo que se dedican a esa labor, es más, la morgue pareciera quedar en la propia casa que habitan. Tommy (Brian Cox, inoxidable) está entregado a su trabajo, toma un rol de cuasi profesor e intenta explicarle a su hijo (Emile Hirsch ¿este chico envejece o se va haciendo más joven?) todos los secretos de la profesión. Probablemente le sirva para escaparse de la realidad de la muerte de su esposa. A Austin no le queda otra que seguir a su padre y no abandonarlo en su labor, más allá de posicionarla por encima de la relación con su novia (Ophelia Lovibond).

Pero esa noche no es una noche más. El cadáver de una mujer ha sido encontrado desenterrado en el sótano de una casa, en el cual el matrimonio habitante también yace muerto. En plena rutina, y minutos después de que Austin decida quedarse esa noche con su padre, llega un último trabajo; el cadáver de esa mujer desenterrada, la que llamaran Jane Doe (modo de nombrar a las mujeres de las cuales se desconoce su identidad). Tommy y Austin comienzan con la autopsia, pero pronto notarán que este no es un cadáver más, bajo su piel, en el reverso, posee extrañas inscripciones antiguas… el terror ya comenzó casi sin que nos diésemos cuenta.

Al ser prácticamente solo dos personajes (después hablaremos de ese prácticamente), el guion de Ian Goldberg y Richard Naing permite el desarrollo de ambos. Tommy y Austin tiene motivaciones propias, reales, entre los dos hay una real conexión de padre e hijo, y se siente a entrega de Tommy por lo que hace. En pasos de sutil comedia, ambos se harán querer, sin apurar la historia, y cuando nos queramos acordar, ya entramos en el peor de los terrores.

Ambos deberán enfrentarse a esto que no terminan de comprender, a lo que intentan encontrarle una explicación racional que difícilmente tenga; y así, se alcanzarán picos dramáticos, sencillos pero efectivos por haber dedicado tiempo previamente a que los conozcamos a ambos.

Brian Cox y Emile Hirsch se divierten en sus roles, crean una conexión real, y terminan siendo atípicos personajes en una película de terror. Pero hay un tercer personaje, esa Jane Doe, interpretada con logrado mutismo por Olwen Kelly, un cadáver, inmóvil, pero que mete miedo, y mucho, por todo lo que hace/no hace. Hace dos años, una de las críticas que se le hacía a la película de la muñeca Annabelle era su infructuoso intento por crear pavor con un personaje que nunca se movía y que solo hacía crear caos alrededor. Øvredal lo logró con su Jane Doe, cuando las cosas malas comiencen a suceder, mejor aferrarse a las butacas, porque golpes de efectos no faltan, y son realmente efectivos. En este punto, podría equipararse al clásico de culto Patrick, con una curiosa remake entregada hace unos años.

Conclusión:
La Morgue acierta en no apurar su ritmo, en introducirnos correctamente a los personajes y lentamente meternos en el terror con un clima creado paulatinamente. Respeta las fórmulas, pero sabe hacerle las modificaciones adecuadas del caso para que luzca original. André Øvredal entregó otra pequeña gran película de terror que bien vale la pena descubrir, como esta no llegan todos los días.