La larga noche de Francisco Sanctis

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

La última dictadura militar argentina dio pie a gran número de películas. Desde 1984, el regreso de la democracia trajo inmediatamente consigo largometrajes de fuerte contenido dramático, como Los Chicos de la Guerra (1984) y La Historia Oficial (1985). Pero incluso desde esa época fueron surgiendo enfoques que evitaban lo netamente testimonial para atreverse a encarnar los mismos temas mediante obras de género. En Retirada (1984), de Juan Carlos Desanzo, es un buen ejemplo. Ya en el siglo XXI, Crónica de una Fuga (2006), dirigida por Israel Adrián Caetano, le imprime un sabor digno de John Carpenter. Basado en la novela de Humberto Costantini, La Larga Noche de Francisco Sanctis (2016) sigue esa línea.

Son tiempos del Proceso, pero Francisco Sanctis (Diego Velázquez) se las arregla para tener una vida normal. Está casado, tiene dos hijos pequeños y espera un ascenso en el trabajo. Todo cambia cuando reaparece Elena (Valeria Lois), otrora compañera de la facultad. La excusa parece ser la publicación de un viejo poema de Francisco en una revista venezolana, pero la mujer lo hace memorizar dos nombres y un domicilio. Entonces deberá hacer algo por esas personas dentro de unas horas, antes de que los vayan a buscar fuerzas parapoliciales. De ahí en más, Francisco padecerá un dilema moral. ¿Valdrá la pena arriesgarse, y por gente que no conoce? ¿Podrán encontrar a alguien que quiera (o pueda) hacerlo por él?

Los directores Andrea Testa y Francisco Márquez esquivan los lugares comunes de la prototípica película sobre la dictadura y privilegian un relato basado de suspenso, en los climas y en las actuaciones. La rigurosidad de la puesta en escena y la recreación de época (detalles de vestuario y de utilería, principalmente, son los máximos referentes para trasladar la acción a los ’70), remiten a las películas estadounidenses de aquel período, con sus calles nocturnas y la tensión y la paranoia que experimentan los personajes. Largometrajes que, mediante el lenguaje de thriller, solían dar cuenta de la tumultuosa época en la que fueron realizados. Otro detalle crucial reside en el uso de la elipsis y del fuera de campo: no se pronuncian palabras como “Dictadura” y los horrores (secuestros, torturas, asesinatos) nunca son mostrados, más allá de que se sienten debido a la atmósfera opresiva. Por su parte, el argumento presenta ecos de A la Hora Señalada (High Noon, 1952), ya que la travesía de Francisco en busca de ayuda recuerda a los esfuerzos de Gary Cooper en el clásico de Fred Zinnemann.

Con economía de recursos, Diego Velázquez transmite las angustias y conflictos de Francisco. Su trabajo no tiene nada que envidiarle a los del Al Pacino setentero o a los de otros de los antihéroes de aquellos films que renovaron Hollywood cuatro décadas atrás. Su personaje tiene puntos en común con el médico que encarnó en Kryptonita (2015), debido a que también se ve involucrado en una situación límite durante unas horas y deberá tomar una decisión.

La Larga Noche de Francisco Sanctis es un film sugestivo, de pura opresión, que demuestra las muchas maneras interesantes de hablar sobre la última dictadura militar, y con alto nivel artístico.