La larga noche de Francisco Sanctis

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Mientras la ciudad duerme

Se podría empezar diciendo que no se sabe a ciencia cierta si Francisco Sanctis es Diego Velázquez, si se puede afirmar, después de ver la película, que Diego Velázquez es Francisco Sanctis.
Tal es el nivel de compromiso puesto por el actor en la construcción de personaje, en postura corporal, en rictus, sólo con sus ojos denotan algo de una vida presente en suspensión, o pasada, que ahora se le hace presente.
Basada en la novela homónima de Humberto Costantini, editada en 1984, nos enfrenta a la historia de Francisco, un personaje común y corriente, con una vida apagada, como si se le hubiese perdido el horizonte, ese tipo de sujetos que en algún momento de su vida dejaron de ser eso que creían iban a ser.
Casado, con Angelica, padres de dos hijos, empleado administrativo de una empresa mayorista de alimentos, esperando el ansiado ascenso que nunca llega. Es ahí, en el ámbito laboral, donde el pasado se le presenta en forma de compañera de facultad, quien luego de dar cuenta de su propio presente, le pide que de aviso a dos personas que esa noche serán secuestradas por las fuerzas armadas, en una determinada ubicación de la Ciudad de Buenos Aires.
La disyuntiva moral del personaje, el conflicto interno de Francisco, entre ¿hacer lo correcto, sálvese quien pueda, o habrá una tercera opción? Ese será el motor propulsor a lo largo de todo el relato..
Un hombre común puesto en una situación extraordinaria, sabe que pone en riesgo su vida, pero ya sabe algo que nunca hubiese querido saber. Estaba dormido, mientras alrededor sucedía la mayor atrocidad de la historia argentina, ejercida por un gobierno militar de facto.
El filme está construido como una especie de “road movie” nocturna doble, por un lado, ese viaje hacia una labor impuesta, simultáneamente, ese viaje interior del mismo personaje reencontrándose con ese que alguna vez fue, compromiso de ideales incluidos.
En ese recorrido es que irá dilucidando que hacer, mientras que posiblemente por primera vez vea el mundo que lo rodea. La duda lo acabara por despertar de largo aletargamiento.
Estructurado, narrado y de progresión clásica, la narración se presenta a partir del primer punto de quiebre como un thriller, con dosaje adecuado de suspenso. El punto de vista elegido para contar la historia es la del personaje, esto nunca se abandona, y si parece haber cambios en el medio ambiente es por las permuta que se produce en Francisco, sea por encuentros esporádicos con otros, por la presencia de algo que le signifique un peligro inminente, o su propia mirada.
El filme está plagado de aciertos, desde el guión en su desarrollo, pasando por diálogos exactos, profundos silencios que generan un clima perfecto para lo contado, apoyado y sostenido por la dirección de fotografía, sublime en los claroscuros de una noche sinfín, el arte, que con pequeños detalles da cuenta de lo temporal asimismo siendo utilizado narrativamente, lo mismo sucede con el sonido y alguna canción que aparece de manera diegetica, externa al personaje, pero que lo describe en esa determinada circunstancia.
Una pequeña joyita, lástima que los directores no se tomaron el tiempo, o no se atrevieron, a desarrollar un poco más algunos personajes laterales importantes para la progresión dramática.
Por supuesto la actuación sublime de Diego Velázquez, pero esto creo que ya lo dije.