La huella de Tara

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Salir al mundo

Retrato observacional sobre una comunidad budista en el Himalaya es la propuesta de Georgina Barreiro en La huella de Tara (2018), documental de una elegancia visual poco habitual que tuvo su premier mundial en la Semana de la Crítica del prestigioso Festival de Locarno.

Tras filmar Ícaros (2014) en una comunidad de la Amazonía peruana, Barreiro sigue trabajando el documental antropológico. En La huella de Tara retrata la cotidianidad de una comunidad budista en Sikkim, India, siguiendo a varios personajes, pero centrándose en una familia, para explorar como se relacionan con el pasado ancestral y el presente tecnológico.

A través del seguimiento de cuatro hermanos, Barreiro propone un diálogo entre el pasado, el presente y el futuro de una comunidad que se debate entre seguir atrapada en el tiempo o salir al mundo. Los diálogos entre sus personajes nos acercan a las contradicciones y choques generacionales de aquellos que quieren mantener la tradición y quienes buscan romper con los mandatos preestablecidos. La fluidez con la que captura cada momento es asombrosa, todo irradia desde la naturalidad donde el artificio está ausente.

Barreriro apuesta a un documental observacional a través de imágenes preciosistas, donde más allá de la construcción de cada plano, está captada la impronta de una comunidad colorida y alegre. La belleza es parte del lugar y la muestra como tal, sin por eso caer en un regodeo puramente estético o etnográfico.

La huella de Tara propone una mirada sobre una comunidad, sin juzgarla ni buscar empatía, simplemente observando y mostrando lo que son, como piensan y cuáles son las contradicciones a las que se enfrentan en el día a día.