La gran muralla

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

Unos monstruos que no asustan a nadie.

La coproducción sino-estadounidense es la primera hablada en inglés que comanda el recordado realizador de Ju Dou. Aquí se embarca en una desafortunada lucha entre monstruos inverosímiles y mercenarios occidentales –comandados por Matt Damon– en busca de pólvora.

Dice la sinopsis argumental de Ju Dou: “Mercenarios europeos en busca de pólvora se ven envueltos en la defensa de la Gran Muralla china, contra una horda de… [los puntos suspensivos son propios] criaturas monstruosas”. Ah, con que ésas tenemos. Si bien no es la primera vez que dirige actores occidentales (Cristian Bale fue parte del elenco de The Flowers of War, 2011, no estrenada en Argentina), la coproducción sino-estadounidense The Great Wall es la primera hablada en inglés que comanda Zhang Yimou, el recordado realizador de Esposa y concubinas y Ju Dou. Aunque nunca hasta ahora había llegado al límite de los monstruos, Yimou sí se había desplazado en ocasiones de su especialidad, el drama histórico. Recuérdese que La reina de Shanghai era una de mafiosos chinos, y la trilogía Héroe-La casa de las dagas voladoras-La maldición de la flor dorada, una saga de patada y espada. Así como A Woman, a Gun and a Noodle Shop, tampoco vista por aquí, es una remake de Simplemente sangre, de los hermanos Coen. De hecho, Ju Dou era en buena medida una variación de El cartero llama dos veces.

¿Qué puede esperarse de Yimou dirigiendo un gran espectáculo histórico? Si se permite la perogrullada, espectacularidad, lucimiento visual, mucho estilo y coreografía, como mínimo (¡el hombre diseñó las ceremonias de apertura y cierre de los Juegos Olímpicos 2008, al fin y al cabo!). Bueno, tampoco tanto. No es fácil adivinar la ocupación que habrán tenido los tres autores de la idea original y los tres guionistas, todos estadounidenses y los más conocidos de ellos, Marshall Herskovitz y Edward Zwick (ambos de El último samurái y la última Jack Reacher), entre los primeros, y Tony Gilroy (casi todas las de la serie Bourne), entre los últimos. Conviene olvidarse, desde ya, de la existencia de algo parecido a personajes. Los occidentales presentes –entre ellos Matt Damon– son mercenarios en busca de pólvora, aún no conocida en Occidente, tanto como podrían estarlo en busca de fideos. Teniendo en cuenta que en la serie Bourne Damon pudo desarrollar una fiereza hasta entonces desconocida, Yimou pudo haberla aprovechado para este papel de mercenario. Pero no: el actor de Los infiltrados vuelve a lucir tan noble como en Rescatando al soldado Ryan. Y se hace imposible creer en él como mercenario.

Pero por mucha muralla y pólvora y generala (sí, los chinos no tienen general sino generala, invención del guion para cumplir con la cuota de corrección genérica, y de paso gestionar una pizca de tensión sexual para Damon), lo que importa aquí es la lucha contra el monstruo. Y acá, lamentablemente, viene lo peor, porque los monstruos son una manga de tarados. Especies de iguanas gigantes con muchos dientes, los Taoties (así se llaman) no asustan a nadie. Pueden rugir, abrir grande la boca, tirarse de a varios sobre algún soldado, trepar de modo amenazante por los muros de la muralla, perseguir a alguna presa, y nada. Se nota que son digitales, pero además el diseño deja que desear. Y encima habría que ver si Yimou vio alguna vez, de chico, alguna película de monstruos, o si ese día prefirió ir a la ópera. O si la vio y le hizo efecto. Una película de monstruos no es para cualquiera. Hay que empezar por creérsela para que el monstruo asuste, si no no funciona. Y estos no asustan. Y no funciona.

Después está el costado aventurero, al que se presta el desierto de alrededor de la muralla, y que aflora sobre el final, cuando los héroes salen a la caza de los Taoties en globos de helio. Será por la tradición aventurera del globo de helio, que se remonta hasta Julio Verne, pero esto, si bien también se le nota la digitalización, funciona mejor, encadenándose además con una serie de peripecias finales que recogen con más acierto la tradición del cine de aventuras y le levantan un poco la nota a una película hasta entonces francamente desafortunada.