La forma del agua

Crítica de Mariana Van der Groef - Proyector Fantasma

No se puede negar que Guillermo Del Toro suele llamar la atención. Su afición por la magia y los monstruos dotan a sus películas de una fantasía maravillosa que lo distingue de otros directores. A lo largo de su variada obra encontramos desde gigantes taquilleros “hollywoodenses” de poca relevancia (como Pacific Rim o Crimsom Peak) hasta genialidades hechas de componentes históricos y fantásticos como El Espinazo del Diablo y El Laberinto del Fauno.

The Shape of Water las supera a todas con creces.

Porque The Shape of Water no es una película, sino una combinación perfecta entre un cuento de hadas, el monstruo de la laguna negra y los musicales de antaño. De más está decir que el resultado es extraordinario.

Elisa Espósito (Sally Hawkins) es muda y trabaja haciendo la limpieza en un laboratorio ultra-secreto del gobierno estadounidense junto a su amiga Zelda (Olivia Spencer). Su vida cambia rotundamente cuando el Coronel Richard Strickland (Michael Shannon) trae un monstruo de aspecto “anfibio-humanoide” al laboratorio, para ser diseccionado y estudiado. Elisa comienza a hacerse amiga de la criatura y poco a poco se enamora de ésta.

Con la Guerra Fría como contexto histórico, el romance idílico entre el monstruo y la princesa se cruza en el camino de personajes racistas, homofóbicos y machistas. Así se le genera al espectador el interrogante de quienes son los verdaderos monstruos: si el bicho quitado a la fuerza de su hábitat y torturado hasta la inconciencia, o los “héroes” que lo pusieron allí.

La película que hizo merecedor del Golden Globe como Mejor Director a Guillermo Del Toro es impecable por donde se la mire: desde sus increíbles actuaciones hasta el tratamiento de discursos tan viejos y actuales como lo son el racismo, la homofobia y el acoso sexual.

The Shape of Water es una de esas historias que no se quedan en lo anecdótico, si no que invitan a la reflexión y a la pregunta: quizás los monstruos no son esos bichos raros que caminan entre nosotros y quienes son discriminados por no ser “normales”. Quizás los monstruos viven dentro de cada uno de nosotros y la única forma de lograr la felicidad es dejándolos ir.