La fiesta de la vida

Crítica de Fernando Alvarez - Clarín

Y todo puede salir mal
Divertida comedia que acumula complicaciones de último momento; buenas actuaciones.

Preparar una fiesta de gran despliegue tiene su encanto y también sus riesgos y decepciones. Y bien lo sabe Max (Jean-Pierre Bacri, el actor de El gusto de los otros), el dueño de una empresa de catering y planificador de eventos de la clase alta, quien cree tener todo bajo control durante su último trabajo: una boda que se celebra en un lujoso castillo del siglo XVII.

Este es el punto de partida de la comedia francesa dirigida por Oliver Nakache y Eric Toledano (responsables de la exitosa Amigos intocables que conoció una versión local), que presenta una galería de personajes que están en crisis por diversos motivos, y todo estalla en medio de un casamiento que también se las trae.

Lo más interesante de la propuesta reside en los afilados diálogos y en el personaje central que funciona como hilo conductor de una historia que esconde ribetes dramáticos dentro de la misma comedia, expuestos de manera efectiva por los realizadores a pesar de la extensa duración del filme.

La vida personal de Max comienza a mezclarse con su metódica rutina profesional: debe consolidar su postergada simpatía hacia una joven asistente (Suzanne Clément) y realizar cambios de último momento para que todo sea inolvidable mientras lidia con su amigo fotógrafo, el DJ de turno, los arreglos florales y los cocineros. Todo por el mismo precio.

La logística del evento parece no estar a la altura de las circunstancias que se van desencadenando de manera imprevista y pesadillesca con los empleados de su empresa en esta trama de tono crepuscular que también pone de manifiesto el complicado mercado laboral de la clase media trabajadora francesa.

Las carencias de Max, un hombre que piensa en todo menos en sí mismo, quedan al descubierto cuando durante la jornada salen a relucir pasiones, peleas, caprichos de los novios (Benjamin Lavernhe y Judith Chemla) y hasta un número acrobático en globo para sorprender a los comensales.

Estamos todos invitados y… advertidos.