La fiera y la fiesta

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

No es fácil hablar de una película que une secuencias fascinantes con otras de gusto discutible, diálogos imposibles a veces, y momentos que aspiran a la seriedad y despiertan risas o desconcierto.
La historia sigue la llegada de Vera a la selva tropical, una actriz de más de setenta años que viene a homenajear a un ser querido, Jean Louis Jorge, director dominicano ya fallecido. Lo hará filmando una película. Momentos fragmentados permiten armar una posible historia de amor no convencional, con excesos y alegrías que incluyen drogas, música, filmaciones y alguna cuota de vampiros y magia negra.
La película transcurre entre la realidad y la fantasía. Hay fragmentos de dos de las películas del tal Jorge, que luego sabremos que existió realmente e inspiró el mundo cinematográfico dominicano en las décadas del "70 y "80. También se puede escuchar música tropical fascinante y visualizar una fotografía exquisita en ambientes sofisticados y "modernosos" perdidos en la selva tropical, con anacrónicas figuras danzantes.

PASTEL KITSCH
Para acumular ingredientes a este pastel kitsch se suma la presencia de Luis Ospina (ex crítico de cine y director del Festival de Cine de Cali), que hace de jefe de fotografía de la película que se filma dentro de la película, y un chico de melena hasta la espalda (estupenda su secuencia de gimnasia artística) que resulta ser "un nieto revivido de Vera, la actriz septuagenaria".

Al festín se suma Henry, se supone que amigo de Vera y que con ella arrastraría una condición secreta de vampiros. Un detalle de camarín: Henry es interpretado por Udo Kier, un alemán que se hizo famoso por películas de terror y de "exploitation" al rojo vivo.

En síntesis, un "extrañamiento cinematográfico" filmado por un mexicano y la sobrina de Jean Louis Jorge, del que luego nos enteramos (y no por la película) que nació en República Dominicana, estudió cine en Estados Unidos, filmó películas como "La serpiente de la luna pirata" en cabarets chicanos de Los Angeles con una protagonista de doble vida y una travesti negra revolucionando el mundo bohemio de Dominicana y muriendo asesinado en el 2000 en una secuencia que recuerda la muerte de Pasolini.
Esta suerte de Almodóvar tropical es homenajeado por una Geraldine Chaplin luciendo un atuendo de neoprene negro y fumando un cigarrillo automático, acompañada de un posible nieto gimnasta que nos enteramos es argentino (Jackie Ludueña), en medio de un hotel boutique en plena selva. Un exotismo cinematográfico.