La favorita

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

¿Una comedia negra candidata al Oscar? No debe sorprender, si detrás de cámara está el griego Yorgos Lanthimos, quien ya en Canino sorprendió con un filme que cuestionaba a una familia castradora, en Langosta daba una vuelta de tuerca sobre el amor verdadero enroscado con una virulenta fantasía, y en El sacrificio del ciervo sagrado… Bueno, se extralimitaba.

La favorita es un compendio de todo lo que el realizador nacido en Atenas había dado en su filmografía. Iracundo, sorprendente, polémico e imaginativo, el atractivo en La favorita pasa por su puesta de cámara -ampulosa, de acuerdo-, las vueltas y giros del guión sobre las relaciones en la corte de la reina Ana Estuardo en el siglo XVIII y las actuaciones.

Lanthimos siempre se ha apoyado en sus intérpretes, sean o no de renombre. Y aquí, en este filme tan actual -el tema central es el de la emancipación femenina en una sociedad machista- saca muy buen provecho de ellas.

Para su nueva película, ya con una producción multimillonaria, se basó libremente en la historia de la reina, entre su inoperancia y su despotismo, y su relación con Sarah, duquesa de Marlborough, que compite con su prima Abigail, baronesa Masham, por los favores de la monarca.

Hay un triángulo amoroso (la historia real de la reina lesbiana es increíble, tuvo 17 embarazos y muchos abortos, pero la acción aquí se centra en los tres personajes femeninos) que conjuga la malicia, el poder, el sexo y lo disfuncional. Además de la manipulación de una(s) a otra(s).

Extravagante en más de un sentido (y en todos), a Anne -Olivia Colman, candidata al Oscar como actriz protagónica- le tocó gobernar una Gran Bretaña en guerra, y en llamas. Incapaz de tomar decisiones por sí misma, siguió los consejos de Sarah (Rachel Weisz, candidata al Oscar como actriz de reparto), hasta que el arribo desesperado de Abigail (Emma Stone, como Weisz, aspira a ese mismo premio de la Academia) por conseguir trabajo trastoca todo. El vínculo y la correlación, la necesidad de la reina de sentirse querida -difícil saber si amada- y las circunstancias históricas que atraviesa abren, en manos de Lanthimos, un abanico de excentricidades no siempre absurdas, pero sí irrisorias.

Amado y/u odiado, Lanthimos se mueve entre el desparpajo y el grotesco, la insolencia y el descaro. Se maneja con soltura, y la visión de su película da la sensación al espectador de estar entre una montaña rusa y un subibaja. Lo que es decir que hay que estar atentos para no perder impresiones, y tener la percepción sin la guardia baja.

Colman es tan desconcertante como admirable en su composición -y ya le debe haber encontrado al Oscar un lugar en su hogar-. Lo de desconcierto le cabe tan bien, y también, a sus compañeras al frente del elenco. Las acciones y pensamientos de los personajes están solamente subordinados a sus intereses, en esta película sobre mujeres que hacen lo que quieren en un mundo que, en apariencia, no estaba preparado para ello.