La esencia del amor

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

En “Song for Marion” o como acá le han puesto “La esencia del amor”(UK, 2012), el director Paul Adrews Williams (que viene de dirigir algunas películas clase B de terror) logra una compleja fusión entre la comedia y el drama. Y lo de comedia dramática, que siempre etiqueta cintas que los distribuidores no saben cómo ubicar en su catálogo, le va perfecto.
Marion (Vanessa Redgrave) es, una mujer que aún enferma mantiene vivas las esperanzas cuando canta en el coro de un centro de jubilados dirigido por la joven Elizabeth (Gemma Arterton, de “Principe de Persia”, “Hansel y Gretel” y “Quantum of Solace”, entre otras). En cada encuentro, pese al esfuerzo que le implica estar parada, cantar y relacionarse, ella vuelve a vivir, y eso lo saben no solo el grupo de ancianos que la acompañan en la pasión por el canto, sino su ermitaño, antisocial y furioso marido Arthur (Terence Stamp), alguien que el director en la primera escena lo presenta fumando al lado de un cartel de prohibición, y que pese a algunos roces, acompaña a Marion cada semana al lugar.
Marion y Arthur tienen un hijo (James, interpretado por Chistopher Eccleston), al que mucho no ven por una decisión del padre, quien vive reprochándole cosas y exigiéndole más de lo que puede dar. Entre estos cuatro personajes, a los que se sumará Jennifer (Orla Hill), la hija de James, y nieta de Marion y Arthur, se irá construyendo un filme con una intensidad dramática in crescendo.
Una recaída de Marion y la noticia de la inevitabilidad de su muerte, harán que los esfuerzos por acompañarla en sus últimos días se hagan cada vez más fuertes, pero también los reproches entre padre e hijo y las reflexiones acerca de si la felicidad de la mujer en algún momento fue plena.
Elizabeth anota al coro en una competencia internacional de canto, y ahí empieza otra historia, porque si bien por un lado tenemos la enfermedad terminal de Marion, por el otro comenzará una historia de superación y esfuerzo, de personas mayores que ven en un simple concurso de canto la posibilidad de sentirse plenos y completos.
La película podría definirse como la mezcla de “Amour” y “Pitch Perfect”, dos filmes que este año, y cada uno en lo suyo, lograron tanto adeptos como detractores. Por un lado la dureza y cruda realidad de una familia con una persona enferma, con todo el desgaste y egoísmo que eso implica. Por otro lado la alegría de la tarea en conjunto terminada, de la fuerza de la pasión puesta en el canto.
Es en este segundo matiz del filme en el que Williams hace más fácil la transición de algunas preguntas que se plantean durante su visionado ¿Cómo se acepta que un ser querido se está yendo de nuestras vidas? Ó ¿Cómo lograr recuperar la individualidad y esencia de la persona enferma que se está muriendo?
El grupo canta canciones “modernas” y “osadas” como Let’s talk about sex de Salt N Pepa (que curiosamente también entonan a capella en Pitch Perfect) o Crazy de Gnarls Barkley, o canciones de Motorhead, y eso también es un punto a favor de Song of Marion, ya que desestructura los registros de las participaciones del grupo en el torneo o en sus ensayos.
Sobre la dirección, el mayor trabajo está puesto en las actuaciones, ya que los planos, encuadres y recursos son básicos, tan simples como la misma historia que se cuenta, una historia de amor entre personas mayores y la germinación de la amistad entre seres opuestos entre sí.
Redgrave y Stamp logran componer con sobriedad y oficio sus personajes, pero también lo hacen los intérpretes más jóvenes como Eccleston y Arterton, que dotan a “La esencia del amor” la calidad esperada para este tipo de comedias agridulces inglesas. Para reír y llorar con libertad.