La chica del sur

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Un corazón roto y una cámara Súper VHS. José Luis García se llevó esas dos cosas para emprender un viaje inesperado a Corea del Norte allá por el 1989. Allí conoce y se enamora (en el sentido más puro de la palabra) de una joven manifestante, esta chica del sur, Lim Su-kyong, que manifiesta a favor de la Reunificación, para poder viajar de Corea del Norte a Corea del Sur sin tener que hacer escalas en otros países.
A partir de ahí, lo que va a hacer el realizador es seguir los pasos de la “Flor de la Reunificación” (como se hace conocida por esa época), aquella joven que con 20 años cruzó una de las fronteras más vigiladas del mundo (lo que la llevó a estar en prisión varios años) y hoy en día es docente universitaria, una figura que supo estar en boca de todos y hoy está casi olvidada. Y es que esa experiencia en 1989 sería un antes y un después en la vida de José Luis García, que varios años después necesita concluir esa historia.
Por eso investiga y vuelve a viajar (con la ayuda de un traductor que será un personaje clave) para lograr concretar con ella una entrevista. Pero antes de ésta, tiene la oportunidad de conocerla mejor en la vida cotidiana, brindando esto mucha honestidad así al relato. Una entrevista que no se da probablemente como la había imaginado (porque de la fantasía a la realidad hay un largo trecho, y siempre todo parece más lindo y perfecto cuando lo imaginamos) pero sirve para exponer a este objeto de estudio y de deseo como lo que es, una mujer, frágil y dañada. Una entrevista que termina siendo realizada vía mail y con respuestas de escasas palabras.
Con un gran trabajo de montaje y un sutil guión, esta historia no es sólo la historia de una chica que “soñaba con un mundo mejor”, sino la de un joven que se ve deslumbrado por una mujer que admira, una historia de amor por sobre todas las cosas (con un transfondo político, por supuesto). Es que mientras la primer parte es más un registro político de una época y un lugar, la segunda es más personal e intimista.
La película empieza con un viaje y termina con otro. Y no es sólo un viaje terrenal, sino también interior.
Este documental es el segundo del realizador, y ganó el Premio del Público en la última edición del BAFICI y ahora se estrena, como suele suceder con estos productos, en unas pocas salas.